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Caminata transiculiaroria por el raudal

Payito, amigo mío, mi hermano
mira las putas como refunfuñan
de nuestra ebriedad y solitud
son como aves rapaces
rondando su presa
para flagelarnos nuestros pequeños cuerpos de poetas.
Buscan un chance para arrebatarnos
nuestro dinero y licor,
ansían que les metamos nuestro ego embadurnado
de unos cuantos versuchos al unísono por el culo
de tanto kilometro y milla en habitaciones de mala muerte
¡Míralas, cual secuencia febril del paso de la noche
por las calles de Medellín, la luna antes de amanecerse
dormita en sus labios para volverse melodía!
La muerte siempre las reviste de inocencia, de caos...
En la comisura de sus  ojos tristes y lágrimas negras
se desdibuja la espesura de la sombra...
(Te apuesto a que mal maman la pinga
y hablan más que perico viejo de pirata)
¿Mujeres de mala vida, no?
¿Hombres de mala muerte, sí?
Da igual, somos la misma mierda
la misma carne, los mismos huesos
la misma fibra muscular
parecida es la angustia...
Soledades de alquiler y cuentas vencidas
tiempo perdido en los transportes públicos
el hambre y el hampa, la ciudad, las calles solitarias
pasos ausentes desfigurándose sobre el asfalto
bares, vicios, virtudes, inercia
tendencia a decaerse en sí mismo
de devenirse, vivirse, sobrevivirse
extinguirse...
Para luego ser acorde celeste en tierra fértil
tal vez una crucecilla de palo
y sobre todo olvido.

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