De la Excelencia
Más, existen quiénes sacrifican todo por su Verdad, y no la tuercen un milímetro.
Espíritus originales, de pujante imaginación creadora, con un afán de perfeccionamiento
perpetuo que ridiculiza cualquier urgencia de satisfacciones inmediatas. Habiendo
enterrado la vulgaridad, encauzaron en absoluto su vida hacia un próposito y todo cuánto
practican lo hacen con excelencia, desbordando inspiración.
Individuos de talento forjado que persiguen la recta acción, ya no por temor a la censura,
sino por la honradez per se. Resisten las tentaciones del “aplauso inmediato” para
encomendarse a la consecución de la gloria. Exhiben una decidida preferencia por el bien,
conociendo que, para realizarlo, basta verlo claramente.
Seres orgullosos (más no vanidosos) que traccionan con su ejemplo y cultivan sus ideales
incesantemente perfectibles, entre quienes la amistad crece despacio y propesera mejor.
Confiaron su vida al cultivo en grado sumo de las más altas virtudes, ampliando su
sensibilidad en la medida que elevan su inteligencia. Extienden su horizonte afectivo más
allá de sí mismos o su familia hacia la humanidad toda.
Su determinación los dispone a renunciar al reposo o al alimento, obsesionados con la
independencia material que evite comprometer su honor, prefieren atravesar heroicamente
la pobreza: O se hacen valer por sus propios medios, o renuncian a hacerse valer. Es así
como elige el digno perder un derecho a recibir un favor, con la convicción de no ceder una
sola partícula de su dignidad.
Siendo que toda aspiración humana implicase una asociación sistemática de la moral y la
voluntad. La obra imaginada precisa esencialmente de la resolución del esfuerzo
continuado y fecundo, el portador de un ideal transita caminos rectos, sin reparar que sean
ásperos y abruptos. Dedicándose a la concreción de magnas obras e investigación de
profundas verdades.
