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Salmos del Himeneo: Verba Nupcial

¿Cómo es mi novia?
 
mi novia es bella, aunque la pinten cal—
va y enteca, pálida y muda, y sorda y
ciega;
 
ella, no es joven, es más que vieja, por—
que es perenne, porque es eterna;
 
lo que ella ha visto... nadie lo viera...
 
lo que ella sabe; toda la ciencia está en
sus labios, no la revela sino en sus besos. . .
 
sus labios besan, y cuando besan dan
tanta calma; es tan inmensa la gran ven—
tura que ellos encierran, que al que han
besado ya a nadie besa, a nadie ama y na—
da anhela; de la letargia de aquel gran
beso, nadie ha salido, nadie despierta...
 
 
¡oh novia sabia!
 
¡oh novia bella!
 
a los ancianos los ama ella, como a los
niños, y a las doncellas, como a los jóve—
nes y a las abuelas;
 
a todos ama, a todos besa, a su caricia
todos se duermen, y de ese sueño, nadie
despierta;
 
¿su nombre?
 
es bello como un Poema;
 
¿quieres saberlo?
 
la Muerte...
 
¡oh Amada noble! ¡oh Amada bella!...
 
¡cómo eres santa! ¡cómo eres buena!
tan compasiva como una madre, e inevi—
table como la pena...
 
¿por qué no vienes, y tardas tanto, y no
te acuerdas que ha mucho tiempo que yo
te espero, que yo te quiero, y estoy enfer—
mo de tus amores, y que suspiro enamo—
rado como un mancebo, por las delicias
que dan tus brazos, por el encanto que
dan tus besos?...
 
¡oh! ven mi amada, toma mi cuerpo,
mi pobre cuerpo triste y enfermo, dame
tus brazos, dame tu lecho, mi amor es jo—
ven aunque sea viejo, tu amor es puro,
porque es eterno;
 
ven a mis brazos, que tengo sueño;
ven, que en mis labios, pájaro enfermo,
vive temblando mi último beso. . .
ven y aprisióname sobre tu seno...
durmamos juntos...
el Sueño Eterno...
 
II
 
¡Cómo juega la sonrisa en sus labios
juveniles!
 
cantan sus diez y ocho abriles, en la ga—
ma de su risa;
 
no es risa con cascabeles, que sienta
bien a Arlequín, y al cuello de los lebre—
les;
 
es una risa sonora, pero risa con sordi—
na; misteriosa, cristalina, como una fuen—
te que llora. . .
 
su risa suave y calmada, no refleja en
su mirada, resplandores de alegría; que—
dan tristes y serenas, sus pupilas nazare—
nas, llenas de melancolía...
 
¿por qué es triste?
 
sus oídos no escuchan los alaridos de
un gran pasado que llora;
 
su presente es una aurora;
 
nada calma su quietud, serena y res—
plandeciente
 
¿el porvenir en su frente, hace esa hue—
lla sombría?
 
¿algún amor?
 
todavía parece que aun no lo siente. . .
 
todo corazón humano, es un misterio
que implora...
 
a veces el alma llora, sin saber cual es
su pena...
 
atados a una cadena, que no sabemos
romper, hay en nuestro propio ser, algo
que no adivinamos; lloramos en el placer,
gozamos en el dolor, y odiamos en’ el
amor...
 
tal vez por no padecer, llora esa alma
sensitiva...
 
su juventud es cautiva, del dolor de no
saber...
 
que no llegue a comprender lo que hay
de triste en la vida...
 
¿por qué me parece ver, que hay un res—
plandor suicida, que lanza tristes deste—
llos, en la mirada sombría de aquellos
ojos tan bellos, llenos de melancolía?
 
no lo puedo asegurar;
 
¿el Misterio de las almas, quién lo sa—
be adivinar?
 
III
 
La rosa de nácar temblaba en el tallo;
 
tenía la palidez de un niño enfermo...
 
al tocarla mi mano, temblaba...
 
¡oh!, la pálida rosa del Misterio...
 
era como una ánfora que guardaba el
alma del Secreto...
 
toqué la rosa—
cayeron los pétalos...
 
uno a uno, como almas muy blancas...
 
en la tarde, volaron dispersos;
 
y, se fueron...
 
perfumando las frondas unas tantas
cayeron al río...
 
fué un naufragio de blancos ef ebos;
 
otros, tenues se alzaron, volando en las
alas prófugas del viento...
fué una fuga de ensueños...
 
Era de oro la paz de los cielos...
de violeta, la paz de los campos;
salmodiaba la tarde sus rezos;
y, vagaban aún en el aire...
los últimos pétalos;
con perfumes extraños;
y, ritmos diversos;
y, caricias sedosas,
y, rumores de beso...
 
 
 
La rosa desflorada de mi Vida, había
entregado al aire sus secretos;
 
y, ellos volaban, y ellos cantaban en la
paz inmutable del sendero;
 
en la gran esmeralda de la tarde;
 
bajo el ciborio de oro de los cielos;
 
como un cántico...
 
como un lamento. . .
 
Quedó temblando el tallo solitario, en la
paz armoniosa del Silencio...
 
errabunda el alma de la rosa desflora—
da del Misterio;
 
y, sus pétalos cayeron, uno a uno, como
en el fondo de un sepulcro abierto...
 
que espera un cadáver...
 
¿adónde está el muerto?
 
ya llega marchando, nadie lo trae; ese
muerto es voluntario;
 
sereno se extiende en su lecho de pie—
dra...
 
Lázaro vencido, renuncia a su lepra;
 
se corona con los pétalos blancos de las
rosas muertas;
 
escupe a los cielos, la saliva divina de
su desprecio;
 
se tiende en su tumba;
 
y, cierra los ojos, ante ese Poema de paz
de los cielos...
 
y, entra en el Misterio del corazón sa—
grado de la Tierra.
 
Yo, conozco a ese muerto....
todos los días, lo miro reflejado en la
luna de mi espejo...
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