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Confinamiento II

El Cerro de la Silla se fríe sobre el sartén. El sol se filtra;  son las 9 am, lo acaba de anunciar la radiograbadora omnipresente. Mis tías platican con ánimo mientras beben los techos de la Alhambra en ruinas. Estamos a la mesa, la de siempre, esperando a que el desayuno esté listo.

Mi abuelo, camiseta blanca de tirantes y lentes metálicos, lee el periódico a la distancia.
“¿Algo relevante?”
“Todo se arreglaría si no hubiera cárceles y los mataran a todos. Así, en fila, uno tras otro”.
Le respondo entre bocados y sorbos profanos, sin emoción alguna en mi voz, que las noticias solo ponen lo que les conviene.
Y así en completo arcoiris él me mira caprichosamente, transformándose en el acto en risotada pura y destilada. Sonrío así como lee él el periódico, a la distancia. Genes con sentido del humor.

Entre los surcos de mis manos decido guardarme este instante. Mi entrecejo vuela y no regresa. Ha de haber entendido que en esta casa no hay espacio para su existencia.
En cambio lo que ocupa su lugar son muecas cómplices, las cuales se moldean en nuestras caras así: lengua fuera, nariz arrugada y un “cabeza de hormiga” de por medio. A veces se hacen acompañar de nuestro juramento a voz bajita, en murmullos que se resguardan bajo las escaleras. Hoy pasa eso y como en tantas ocasiones, la única que lo comprende cabalmente es mi madre.

Mi abuelo sale a fumarse un cigarrillo. Lo que daría por ser más grande y tomar justo ahora una copa de vino. Volteo a mi alrededor: solo quedan migajas de la regia montaña y posos de mezcla apropiada. El suelo que pisamos recibe el mensaje; tiembla entero con la anticipación de un nuevo día. Mi familia capta sus vibraciones de inmediato; ha llegado la hora de partir.

Todavía hay volutas de humo en el aire cuando me acerco a despedirme. Lo abrazo y le doy un beso en la mejilla.
“Cuídate, mijita chula”.
“Me caes bien”, y ahora le toca a él sonreír.
Me trata de dar la moneda de diez pesos que acaba de aparecer detrás de mi oreja izquierda, y le digo que no, que no hace falta. Creo que ya sé cómo va este particular truco de magia.

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