Es un suplicio como una sed inextinguible en el desierto árido y vasto sin tener al alcance el oasis de tus labios
Pica, duele, arde Esta ansia inconclusa El párrafo sin punto final Que muere en mitad de la frase El cuento sin desenlace.
Quiero beber del licor febril de tu ser Quiero devorar el manjar prohibido
Y yo aquí, así, un suspiro Un anhelo y la espera Y las ganas de que pienses En mí como yo en ti Y tú allá, así, quién
Me muero de las ansias reprimidas y de las palabras censuradas
En la tenue oscuridad hay tres sofás y desconocidos sin rostro que salen y entran Las manecillas
Vos y yo somos cómplices De una noche impronunciable Casi inexistente Como un sueño difuso Que mágicamente compartimos
¿En qué me has convertido? Me has despojado violentamente de todo vestigio de razón ¿En qué me has convertido?
Tengo puesto ese vestido El de esa noche Inefable de verano Tengo puesto ese vestido Te acordás
Me guardo La rabia contenida del deseo Un beso tuyo atragantado Los gemidos que no fueron nunca Me guardo
Las puertas de mi bóveda ansiosas anhelan abrirse con el tacto helado de tu llave de plata
Llamame Ya no me importa ser esa ilusa que se sienta a esperarte
Oscuridad Luces en una terraza Suspendida en el aire La brisa de un verano Moribundo
mi muso ignorante el numen profano de esta alma mendiga que implora sosiego a cambio de versos ignotos
Lo puedo tocar al cuerpo diáfano de las horas irrecuperables y de los momentos por siempre en el ayer encallados