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Una casa incima vito al mondo

Nuestra suerte pendía de la alianza entre dos príncipes
ahítos de canciones italianas.
 
Seguíamos sus asuntos,
igual que ahora miramos
el sol en esos plátanos.
 
Era el Tibet que esperaba a Puccini,
Turandot terminada.
Un palacio alumbrado con esta luz de plátano,
nerviosa.
 
Y, detrás de la puerta,
empecinados envenenadores,
los príncipes aquéllos seguían copulando
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