#Guatemaltecos #Mujeres
Casi podría decirte devorada por la angustia me asomo a la vieja cueva prohibida donde habitan
A veces huyo por intrincados caminos construidos de palabras, que me llevan a los páramos de nadie.
La memoria es una tumba abierta donde puedo enterrar la piedad por mí misma, mientras un felino se desliza muy suave
El invierno comenzaba, apenas, a mostrar su cuerno —largo y temible— de unicornio ciego. Inquietante,
Con ecos de casa vacía resuena tu nombre y se pierde en el laberinto de mi lengua. Desde este túnel
Bajo el ala de la noche que deja su huella imprecisa bajo la sombra del corazón repudiado
Fui agarrándome de ti, de tus ojos, campanarios llenos de palomas, y tu pecho encendido como un lucero sólo.
Nada he sido nada soy sino escondida isla sin pájaros ni habitantes
Mentira: el perfume la voz el encaje la mujer de plástico
Los incrédulos repetirán —una y otra vez— tu nombre, como lo hago yo en esta noche de turbia embriaguez
Con sus garras de ónix, puntual, ordeña la muerte cada uno de nuestros días, y los sorbe insaciable
Me había sido tan ajena siempre, y hoy de pronto me descubre su color sencillo
Un desangrarse lento remontable hasta la más pérfida belleza hasta el misterio de la carne iner… un ciego encadenarse
Te propongo la dulzura del higo, su carne sonrosada, replegada y húmeda como un animal marino.
Tatuada con inscripciones misteriosas que una mano de fuego trazó por error aquí estoy