Poesía japonesa
Quiero que sepa el mundo entero que ya no te quiero, que por logré decirte adiós. Solo deseo no verte jamás, que esa mirada ya no sea para mí.
Llueve en la noche bajo el soportal besos, las bocas ávidas buscan la piel desnuda en el rincón oscuro.
Miro mi luna desde la cristalera, entra su rayo, ilumina mi piel de suave seda.
Que bonito es el día, que el sol ilumina tu hermosa sonrisa, miras con ojos sonrientes, el sudor que cae de mi frente.
Le caía encima una melancolía dulce, como una caricia leve, que le oprimía el corazón a veces.
Que te siento en el hueco de mi clavícula y muero. Que mi mano hace una constelación con tu ombligo de centro.
Caminando por las calles tuve un déjá vu, sentí que había estado allí. Mis pasos resuenan en el empedrado,
Hoy, no sé porqué la tristeza está mordiendo mi carne blanca, la muerde, la mastica y la escupe como
In Love así me sentía con él en estos momentos de intimidad tomando un té en la cocina. Un rayo de sol iluminaba
Cayó el aguacero sobre mí, la lluvia besó mi cara, y pensé en un refrán de mi abuela: cuando los sapos saltan, anuncian… y, aquel sapo había saltado
Lo que está roto nunca retornará igual. Cuando la decepción te envuelve es difícil de desnudar,
Muérdeme el cuello dos colmillos albos se clavan en mí. Siento por mis venas caballos correr,
Quizás sea que en tu limpia mirada y en ancestrales cantos se halle oculta, la salud de mi alma.
Siempre hemos hablado; hoy tú miraste mis ojos, vi oscurecerse tu pupila me estremecí. Tu mano agarró
Perdida estoy, en el cristal del alma los vidrios rotos. Has rasgado mi vida en mil poemas vanos.