Cargando...

El príncipe mágico de Berlín

Siempre he sentido que no encajo en mi familia, una familia con ideales estrechamente nazis.
Nací de un mago que trabajaba para el departamento de seguridad mágica, un hombre de mente muy cerrada, mientras que mi madre de una mente más abierta era una especie de sanadora con talento para ello. Nuestra educación comenzó desde muy pequeños en casa. Mi padre nos presionaba tanto a estudiar que ni siquiera tuve tiempo de disfrutar una infancia.
Cerca de mi noveno cumpleaños mis padres terminan separándose por diferencia de ideales, discusiones que muchas veces acababan con una madre aturdida en el piso o una habitación de la inmensa casa destruida.
Siempre fui más apegada a mi madre, por lo que terminé yéndome con ella. Fueron años de felicidad.

Meses antes tras haber recibido nuestra carta de Hogwarts, mi padre muere en combate. Mi hermano termina mudandose junto a mí y mi madre. Aunque al parecer él no la apreciaba tanto ya que había heredado la actitud e ideales de mi padre, a diferencia de mi madre que era una mujer muy liberal y que había cambiado en los últimos años.

El día que mi aventura comenzó en Hotwarts fue lo más emocionante de mi vida, pero al parecer mi hermano no sentía lo mismo. Así que terminamos cayendo en la casa de Slytherin y aunque traté de entablar amistad con muchos al final siempre terminaban rechazando con argumentos tales como era muy risueño y soñador.

A mis 12 años mi madre murió por una enfermedad y nos fue un poco difícil sobrevivir solos. Tuvimos la opción de ir a vivir con tíos que se encontraban por los lugares más incógnitos de Europa. Más sabían que serían igual de estúpidos que mi padre por lo que Gabriel y yo nos fuimos junto a nuestra familia materna.

La depresión comenzó a afectarme casi todo el cuarto año de Hotwarts. Y mi salud empezó a decaer al igual que mis notas, pero lo único que me mantenía un poco más intacta era el hecho de tener que estudiar por la presión que ejercía mi hermano sobre mí. Los minutos, las horas, los días, los meses me empezaron a parecer eternos como si el tiempo se hubiera estado deteniendo desde que mi madre murió.

Lo siguiente que llegó a mi vida sin darme cuenta fue Salvador, un chico de tes clara, cabello castaño, ojos grises y una sonrisa encantadora.
Poco a poco, él fue liberandome de todo el peso de la depresión que cargaba encima, era totalmente perfecto para mí, pero sabía que mi hermano no aprobaría la relación porque era judío.

En las vacaciones de invierno decidí quedarme en Hogwarts para permanecer con él solo, sin hermanos de por medio de los cuales esconderme  y para no tener que refugiarme en algunas aulas para estar con él. Tenía todo planeado, los primeros días habían sido de lo más perfectos con él. Habíamos permanecido acurrucados observando el hielo que cubría el lago y observando los límites del bosque buscando algún animal el cuál destacar.
No fue hasta el final de las vacaciones cuando me di cuenta que mi hermano Gabriel también se había quedado en el castillo y lo sabía todo.
Pronto llegó él y tuvimos una violenta discusión que terminó en duelo y un castigo por parte del prefecto de Slytherin.

Un día después sucedió lo peor que me ha podido suceder incluso después de la muerte de mi madre, recuerdo todo perfectamente. Mi hermano llegó con un olor a alcohol intenso que le rodeaba, no razonaba y tras varios intentos fallidos de haberme escapado de él, me tomó y sin poder hacer nada, yo lloré. Lloré repetidas veces.
Desde entonces he vivido con miedo. El invierno me mantenía con los huesos helados, con solo mis abrigos de pieles heredados por mi madre como conforte.
Caminaba con tranquilidad cuando caí al piso atada totalmente, sin poder movilizarme, fue cuando observe a mi hermano tomarme como un saco y llevarme hasta su recamara.
Sentí un olor fuerte a alcohol desprenderse de su cuerpo y a la vez que me mantenía prisionera en su cama, cada segundo fue haciéndose más largo de lo que esperaba, el reloj marcaba cada segundo con un tic tac, segundos infinitos que pude catalogar como minutos, fue haciéndome suya sin poder mover ni un dedo, sin poder decir algo ni defenderme,  al haberme usado como una muñeca para satisfacer su placer se acercó a mí oído y me susurró: tu asqueroso judía ha muerto.

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Cute Cut...



Top