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Algún

Parte de la obra "Avisos de Ocasión"

He pensado qué tan obligado estoy de estar con alguien. Obligado, suena una palabra mala, para algo tan bueno como el afecto que decimos tener por alguien ¿no?
Obligado, en el sentido de tener responsabilidades que no sabes que tienes con una persona que te asigna como su Algo.
Obligado desde que decidimos ser un “algo” y no un “alguien”. Yo noté ésa diferencia hace algunos días;
Cuando éramos alguien, cada quien descubría al otro, al mismo tiempo que a sí mismo.
Cuando comenzamos a ser algo, es cuando todo se vuelve monótono:
Ser algo nos obligaba a “hacer algo”. Hacer besos, abrazos, gestos, acciones, bondades, atenciones y afectos varios.

Cuando somos alguien, ésas mismas cosas, surgían para ser alguien mejor, no tener algo mejor. No teníamos un mejor “noviazgo”, sino éramos “mejores novios”. Ser y hacer.
La diferencia entre ser algo y alguien se encuentra en para quién eres qué y quiénes son qué para ti.
Ser un amigo, amante, esposo, compañero, conocido, y demás, es ser algo. Es tener un título, una o varias responsabilidades y un sentido obligado de pertenencia y reciprocidad.

Cuando eres una persona que realmente impactas en la vida de otra, eres alguien. Alguien que puede ser como es, que anhela crecer en todos sentidos y que encuentras a la reciprocidad como una consecuencia y no como una regla.
El problema está cuando a los demás les importa ser más un algo que un alguien. Y aún peor, cuando los demás prefieren que seas un algo para ellos (un título, un puesto en su vida) que un alguien. ¿Dónde queda la esencia de cada persona con esta diferencia?
Las personas empiezan a exigir que se cumpla con ciertos estigmas, reglas sociales y paradigmas que vienen tras asignarte un título; cuando por fin se declaran “novios”, ambos seres esperan que el otro cumpla con las tareas que vienen con el título. Tareas como verse más seguido, decir cariños, estar al pendiente de la otra persona y asignarle más tiempo de dedicación a muchos aspectos de la relación. En este punto, ya no se conoce a la persona en su desarrollo normal de afecto, sino que se le obliga, por el contrario, a engrandecer un afecto “preestablecido”. Ahora, me debes regalar cosas. Ahora, me debes prestar más atención. Ahora debes procurar mi bienestar. Ahora debes decir “Te amo”. El Hoy se convierte en un Ahora. ¿No suena tan mal?

La diferencia –muy grande para pasar desapercibida– del Hoy y del Ahora, consiste en que el Hoy no se esperaba y el Ahora sí. Con el mismo ejemplo de una relación doblemente autoproclamada, el “efecto sorpresa” de la actitud de una persona deja de ser emocionante, para convertirse en algo que esperas que pase, se haga o sea; Antes del título de “Novios”, cualquier acción de la otra persona te parece única, sorpresiva e informativa acerca de la personalidad de ésta. Después del título, el hecho de que la otra persona sea “Detallista”, por ejemplo,  te parece obligatorio, intuible y que debería de pasar, sí o sí. Se predice todo, se esperan las cosas y se fuerza a pasar algo.
He aquí la importancia de dejar de hacer, y empezar a ser. Empecemos a ser Alguien, no Algo.

Olvidemos a los Amigos, y convirtámoslos en Las personas que me apoyan.
Olvidemos a nuestra Novia o Novio, y volvámoslo en La persona que amo y me hace amar.

Basta de títulos y de esperar responsabilidades de a quienes se los otorgamos. Basta de expectativas, esperanzas y reglas. Aprendamos más a aceptar que a formar. A apreciar que a cambiar. Aprendamos a ser Alguien, no Algo.

Piaciuto o affrontato da...
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