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Ya me lo decía Hitchcock

Parte de la obra "MAOA-L, Poesía de los desafines de un corazón criminal"

James Wan me dijo de cerca, que tuviera cuidado al dormir contigo. Que no me fiara de tu tranquilidad ni de tus pesadillas bizarras. Siendo joven, vio en ti semblante para matarme con talento, pero pospuso una leve y suave sospecha de una personalidad oculta detrás de tu cabello rizado y tu piel tersa. A su tiempo, y tomando un poco de vino de su copa ya muerta de cansancio, Cronenberg exploraba tus curvas, las estudiaba con amor y cierto dezmero. Comentaba con una izquierda en su boca que te convertirías pronto en un perverso monstruo deforme. Todos sonreímos desdeñados de coherencia. Hooper se insultaba con tu distracción, tu retraso bocal y tu falta de interés en temas casuales de nuestra clase, pero se emocionaba con el tono acuarela de tu sangre, y eso nos gustaba particularmente expresado en sus palabras: “Su sangre es como acuarela: se diluye suavemente, se adapta a su nuevo hogar, a una nueva superficie. Es combinable con las memorias, la intención y el silencio de la sala en donde nace la obra de arte que la poseerá.”

Romero nos veía feo, insultándonos con miradas escépticas a nuestra decencia. No era mucho peor que a la que a ti dedicaba. Te veía estúpida, inservible y poco interesante en comparación a las demás mujeres que habíase conocido.

Wes Craven se detuvo un momento en su intento de ahogo, por las fuertes carcajadas que propiciaba. Tomó un cuchillo y dictaba sobre una suave piel tu nombre. Le encantaba como los trazos se coloreaban al paso de ir avanzando y confirmaba la teoría de Hooper. Tú sangre era realmente artística, más que cálida. Argento mientras, abanicaba el ambiente con una tela de seda blanca que movía con un extraño baile ritual. Cantaba y fumaba. Fumaba y cantaba. Narraba, en combinación.
En su eterna crítica, a Polanski le dabas repulsión. Te amaba en un sentido devocionario.

Browning nos filmaba, en parte para burlarse, en parte para grabarnos en la memoria. Sin embargo, el fenómeno al que más apuntaba su lente, eras tú. Le maravillaba como empañabas la escena con un toque de perversidad; de inocencia en movimientos y de lujuria en gritos.

Cuando habíamos terminado, nos quedamos todos cansados y cabizbajos observándote.
Hitchcock, serio con semblante orgulloso, observaba su última obra. Nos observaba.

Piaciuto o affrontato da...
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