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PATRIA MADRE, PATRIA MÍA

¡Son tus hijos amados, Patria mía,
combatiendo en terrible y eterno duelo!
Que por falsear un acto de hidalguía
desangran este, tu precioso suelo.
 
Desde aquellos, los leones estrellados,
llegaron las infames banderas ondeantes
que surcan este drama humanado
cual portento de río mortificante.
 
Susurro de tragedia originado
en las puntas de helada cordillera
que cae libre esparciendo la cólera,
e incendia, de las almas, las hogueras.
 
¡Mira, terror, este suelo y esta gente!
¿No te cansas de poseer generales,
de esos que riegan la azabache peste,
de planes siniestros, de sangre hirviente?
 
¿Cuántos muertos te serán suficientes?
¿Cuántos sueños devenidos en desastre?
Guerra que no hace más que arrebatarles
la esperanza de una Nación floreciente.
 
Nación que es aciaga tumba del sueño
y cuna y solar de la pesadilla.
Fértil, cosecha terrores de ensueño
y en rostros el anhelo se mancilla.
 
¿Acaso no ven tus necios hijos
la infinitud de esta mordaz desgracia,
de una tierra anegada por la Gracia
y linajes en la muerte prolijos?
 
Guerra lenta, ritual, agreste y eterna,
que divide a mi madre, a esta, mi patria.
Guerra soez, maldita, tortuosa y cruenta.
La memoria te conoce ya muy agria
 
¡Muere ya! Déjanos sonreír al alba,
en sus preciosos abrazos maternos,
los de mi patria. Sin que Nos vaguemos
alejados del amor que infunde su alma.
 
¡Seremos tus hijos amados, Patria mía,
y viviremos en excelso y precioso abrazo!
Tiraremos al olvido a esa falsa gallardía
y te haremos, del futuro, un tranquilo remanso.

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