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PLUSVALÍA Y REVOLUCIÓN

Al Aedo, los rapsodas y vulgares repetidores.

I
 
Los trabajadores crean con sus manos
esta tierra en la cual hemos estado,
pero día a día les es arrebatado
la creación total que ellos han formado.
 
Todos los días van a fundir sus cuerpos
con una enorme maraña de máquinas,
en medio de muchos danzares cruentos
en donde se despedazan las ánimas.
 
Y los ricos sólo han querido ser eso:
Amasadores de ajena fortuna
que ensalzan palabras al infinito,
 
para justificar, pues, sus excesos
y no dejar en la tierra ninguna
duda de la validez de su mito.
 
II
 
El mito de la propiedad privada
que desde antaño ha dominado al mundo,
dejándonos atónitos y mudos,
por esa magia de los cuentos de hadas.
 
Así, ningún intercambio ha de ser igual,
ni nadie en este orbe puede ser libre,
mientras el proletariado se derrite
en el diario y repetido ritual.
 
Entrega toda su capacidad
a todos los postores del mercado
que se jactan de estar ahí por azar,
 
cuando las mismas garras del Capital
lo han, por fin y para siempre, acorralado,
condenándolo a la esclavitud voraz.
 
III
 
Y que no haya nadie aquí que se confunda
porque esclavos hemos de ser todos,
desde aquellos que sólo visten lodo
hasta los hacendados con holgura
 
Pero los primeros son distintos,
pues son esclavos de los segundos
y los segundos sólo lo son del mercado
y los primeros eternos desprovistos.
 
¿Cuánta riqueza habría en el mundo
si se remunerara el trabajo justamente
Si fuera nuestro lo sudado con la frente.
 
Si la justicia también fuera para el vulgo,
y no sólo para unos hombres de corbata
que a la humanidad azotan y al mundo matan?
 
IV
 
Que hacen de la propiedad privada
una adornada y dócil baronesa,
tan terrible y maldita desquiciada,
que acaba con cualquier justeza.
 
Pero en el fondo del sufrimiento humano,
resuena, tranquila, una promesa de antaño,
que ya ha de cumplir varias centurias,
pero su voz aún ruge con renovada furia.
 
Es la promesa de plena emancipación
en un estadio superior y libertador,
donde no hay Estado ni Mercado
 
y sólo reina la libre asociación
de hombres y mujeres en el candor
del futuro humano tan ensoñado.
 
V
 
“De cada cual según su capacidad
y a cada cual según su necesidad”,
ese es el emblema y la promesa
de la nueva y anhelada sociedad.
 
Ella ha de nacer de las cenizas
y de la destrucción implacable
de este orden mundial que pisa
las cabezas que piensan acabarle.
 
 
Ella es la síntesis del yunque
y del martillo de los pueblos,
en la resistencia y ofensiva
 
de millares de gentes que hunden,
con todas sus manos y sus cuerpos,
las botas que nos aplastan duras y opresivas.
 
VI
 
¿Pero quiénes han de arrojar por la borda de la historia
a los imperios, Reyes, terratenientes, rufianes y burgueses?
¿Los rojos, los negros, los blancos, los azules o los verdes?
¿No se han, acaso, ya amontonado en cumbres de escoria?
 
¿No han abandonado, en la certera hora, su causa sin gloria?
¿No han sido frustrados, ridículos e ingenuos, incontables veces?
¿No han traicionado a su causa por el Capital, el oro y los billetes?
¿No han dibujado la transición infinita en una insufrible noria?
 
Falsos mesías, parias, mártires y dictadores
inundan, con sangre, la larga y fatídica lista
de insulsos intentos que no han podido traer
 
a la luz plena de la humanidad y sus albores
la ensoñación completa de fulgor y dicha,
acabando toda sombra que nos quiera corroer.
 
VII
 
Y ahí estamos los rojos, los eternos perdedores,
llenando los anales de la historia con los errores
de generaciones enteras perdidas en inacabables
discusiones sobre el fin y nuestros temores.
 
Sobre el logro y los aciertos,
sobre la patria y los destierros,
sobre el Estado y el socialismo,
sobre la revolución y sus mecanismos.
 
Pero nada que hemos logrado
decididamente aquello que prometimos:
la conquista del sueño proletario,
 
a pesar de haber derramado
tanta sangre en los suelos, mismos
donde descansan quienes nos han guiado.
 
VIII
 
No hemos logrado nada
pues no lo conquistamos todo.
La revolución se nos escapa,
el socialismo está sepultado en lodo.
 
El Capital aún nos gobierna,
sus esbirros son presidentes,
sus capataces son gerentes
y el pueblo sólo come mierda.
 
El fin del siglo trajo consigo
una desolación insondable
que nos persigue y juzga,
 
tendremos que retar al sino,
tomarlo de la testa, redoblarle
y conquistar una sociedad justa.
 
IX
 
Y es que la historia no ha acabado
y ya se prepara para otra lucha,
pues contra la burguesía resurge
la llama rebelde de los explotados.
 
La llama que consumirá todo,
cambiando el orbe por completo,
y las manos parirán otro modo
de organizar este mundo obsoleto.
 
Y los ricos dejarán de existir,
y los pobres dejarán de existir,
y el Estado dejará de existir,
y el Mercado dejará de existir.
 
Los lamentos no volverán,
la angustia cesará,
el hambre escaseará,
 
la libertad nos abrazará,
la esperanza nos inundará
y la humanidad se realizará.
 
X
 
Las cadenas caerán a los avernos,
los libertados cantaremos: victoria,
correremos a abrazarnos al vernos
y la dicha enjuagará nuestra gloria.
 
El ocio habrá de pulular
ahí dónde sobra la explotación.
Las aves trinarán un nuevo cantar,
el himno de la emancipación.
 
Se cumplirá el sueño de Marx,
de Engels y de Lenin,
que es nuestro, es uno igual.
 
Y seremos libres, sin más.
Y seremos libres, por fin.
Y seremos libres, por fin.

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