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Otro Final

A Edgar Allan Poe

Ocho noches pasé despierto, pétreo,
en la salida de su cuarto negro.
Ocho fueron las que tardé en sacar,
ese ojo abjuro del mismo satán,
de mi mente estrecha y así lograr
mantener la cordura y estar en paz.
 
Ese maldito ojo blanco...
 
Y yo admito que fui el que lo mató,
al pobre anciano, de aquí, habitador.
Que ahora escondo bajo este crudo suelo
y bajo mi miedo delatador.
¿Acaso un loco haría algo como esto?
¡Dios, contra ti yo jamás protesto!
 
Ese maldito ojo blanco...
De sus cuencos prendedor...
 
Y a la hora del té, ellos cuatro me ven.
Me ven sudar, dudar, tiritar me ven,
Delatar mi culpabilidad, me ven,
abrazar mi cordura, ellos me ven,
inmolarme ante la locura, me ven,
decir que fui yo, no más nadie, me ven.
 
Ese maldito ojo blanco...
De sus cuencos prendedor...
Y de mi ira encendedor...
 
Vuelvo yo a perder la razón. Es nívea
la locura que aquí me envuelve todo.
No veo. No siento. Una grande fuerza ígnea
metamorfosea mi ser, de tal modo
que me muevo y desgarro cuatro cuerpos
conviértoles en árboles ya muertos
con brazos sobre sus vaciados cuellos
y rodillas cortadas sobre el suelo.
Enterrados sin pies y sin anhelos
y sin sus ojos cafés en sus cuencos,
Huyo de mi propio miedo, bien lejos...
entre la noche y el bosque yo me pierdo...
 
Ese maldito ojo blanco...
De sus cuencos prendedor...
Y de mi ira encendedor...
¡Vómito de aciago y asco!

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