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Al compás de la memoria

¿El salón? Está tan desolado
que no habría nada que no entrase.
¿Sus cuerpos? Estrechos entre sí
son perfectos encajes
de protuberancias y oquedades.
Estalagmitas y estalactitas de la edad,
bailando hasta el eco del último compás.
Atrás ha quedado tanto...
Miradas, recuerdos, sonrisas y aromas;
nacimientos y muertes;
cambios e inmutables;
tantos besos escondidos,
tantos ecos de leves gemidos...
Se perdieron los suspiros
de la primera vez que
sus miradas se cruzaron.
Atrás se extravió la invitación,
el Volkswagen, el cine y un trago.
Su primer baile: un tango,
que ya está tan olvidado...
la primera vez que confirmaron
que sus cuerpos estaban tallados
para encajar y girar
tan suaves, tan rápidos,
en el soberbio danzar.
Descubrir, que fue hermoso,
una nueva forma de hablar,
el lenguaje de los pies,
de las caricias rítmicas
desde el ocaso neonato
al albor tantúbrico.
Enterrados en este salón están
las hileras del pecado.
Los golpes de lujuria,
las mordidas de la ira,
las miradas de la gula,
la humildad del orgullo.
Hoy es el último baile
y hay tanto quedado atrás,
hay tanto pasado pesado pisado pausado posado
y hay tan poco futuro.
Están en el vórtice de dos nadas:
de lo que ya no es y de lo que no será.
El último baile,
última oportunidad para encajar
y girar, girar, girar, girar,
y tocar, tocar, tocar, tocar,
y mirar, mirar, mirar, mirar,
y rozar, suspirar, pisar, murmurar.
Y no pueden.
Sus ancianas articulaciones
ya han olvidado el movimiento,
un movimiento enterrado en generaciones
y tantas otras cosas perdidas en esas clepsidras,
arenas, soles, cosechas, vientos, alzhéimer y estaciones.
Se ha quedado la música perdida en el tiempo
Se ha perdido el tempo de todas las músicas.
No queda nada ya, sólo cuerpos viejos
que tambalean contra sí evocando a las musas.
 
No queda nada...
Sólo el compás de la memoria...

Preferido o celebrado por...
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