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Voces

En el esfuerzo de trenzar el momento
de unir decorosamente sus elementos,
cuenta me doy del inútil empeño
enfocado en el colérico desdeño.
 
Tal osadía sería
como vaciar el mar,
como encontrar el tres en un par,
así de tonto, sería.
 
—No los escuches...
 
Evitarlo es imposible, pues
su susurro carcome gente,
nos hace acometer, de frente,
contra vidas engullidas después.
 
Y hacer de tripas corazón...
 
Porque ojos que no ven, corazón que no siente,
y un corazón insensible rompe las simientes
y deja a los cuerpos escurriendo su esencia
para beber cual elixir de la divina presencia.
 
—No saldrán...
 
Y yo que ya no soporto la vida misma
que tengo que soportar a la parca alada,
que me ciega con su cadavérico prisma
y me oprime con sus fuertes pisadas,
 
decido sucumbir a las voluntades ajenas
de las cientos de voces que me acosan.
Ellas, feroces, en mis sienes reposan
y a mi cuerpo arrastran de sus cadenas.
 
—¡Cómelos!
 
Y la verdad es que no puedo más,
pues más sería la gula,
pues más ya no caben
por más que extiendo mi cavidad.
 
Fuente soy del terror esta noche.
Manantial de cerúlea sangre,
brotando de mi boca que se abre
para engullir más carne sin reproche.
 
Y así terminaron...
Uno, dos y tres...
Martín y Ramona...
Y su hijo después...

Preferido o celebrado por...
Otras obras de Juan Camilo Vallejo Casella...



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