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90 SEGUNDOS PARA MORIR

¿Cómo nos extinguiremos? Hay tantos frentes y espadas
frente a nosotros que solo es escoger la forma de morir,
La vida loca la venimos ensayando hace siglos
con algarabías y elixires que podríamos morir ahogados en vino.

Solo espero mi beso de Judas
para saltear mi cena en la que mis doce musas
echen suerte sobre mi túnica de queso
y me sirvan el pan sin levadura y el vino sin resentimiento.

Si, apenas tendré tiempo para decir adiós
y el resto de cosas quedarán allí suspendidas en la nada
donde siempre estuvieron y no quisimos moverlas
pero hay que apresurarse porque los segundos corren.
 
Apenas tomaré un sorbo de whisky
y ensayaré un beso de despedida.
Creo que no hay tiempo para romanticismo
lo ineludible de toda la existencia ha sido el cinismo.
 
El apocalipsis del que tanto habló Juan el profeta
debe cumplirse inexorablemente.
Los tiempos de Dios, son sabios, eternos y sobre todo inaplazables
jugar a engañar al principio y al fin no tiene sentido.
 
Demasiado tiempo hemos jugado
al gato y al ratón con mechas de dinamita
y juguetitos con ojivas nucleares
que hemos sobrecalentado el clima sin remediación.
 
Tal vez no sea tan dramática y catastrófica nuestra partida
cientos de civilizaciones se han extinguido en miles de años.
La nuestra es seguramente la menos favorecida
aunque hemos llegado al nivel de la cibernética de la lA.
 
A juzgar por los tiempos en menos de cien años
hemos apurado el paso a la destrucción total.
Caminamos al filo del despeñadero nuclear
que con solo aplastar un botón saltaremos por los aires.
 
No son solo las armas las que nos amenazan con extinción
es la misma existencia nuestra que ha degradado la razón.
La mayor amenaza irónicamente somos nosotros mismos
Los que fuimos erigidos como los guardianes de la sabiduría.
 
¿Cómo nos extinguiremos? Hay tantos frentes y espadas
frente a nosotros que solo es escoger la forma de morir,
La vida loca la venimos ensayando hace siglos
con algarabías y elixires que podríamos morir ahogados en vino.
 
Solo espero mi beso de Judas
para saltear mi cena en la que mis doce musas
echen suerte sobre mi túnica de queso
y me sirvan el pan sin levadura y el vino sin resentimiento.
 
Acaso no soy el mismo Jesús o el mismo dios
que erigieron los hebreos y luego vendieron
por un puñado de monedas de plata
para mostrarlo crucificado en el Gólgota.
 
Acaso no vitupere a la ciudad santa de Jerusalén
por haber cobijado en sus rincones a los filisteos.
Sus muros de lamentaciones no son mas
que el estercolero de los paganos del mundo.
 
En el cenit de estos pocos segundos
donde morir es reír tras los espejos
de los ojos intensos de la vida
mi morada será en la inmortalidad del Alfa y el Omega.

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