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Mujer Rural

El sol besa con pasión el rostro de ellas
Y estruja su piel agrietando sus rostros.
Alguna vez fueron la flor del banano, del girasol,
pero fueron arrancadas de sus jardines
y echadas a las veras de los caminos.

Letty, no olvides ordeñar a la soñadora
ponle la tranca antes para que el ternero no pase
sino se va a poner nerviosa y no dará leche.
Si mamá, ya voy ahorita, todavía no clarea.
 
La musicalidad del río subía como sinfonía
de músicos celestiales a la vieja campiña
donde doña Leila, vivía con sus dos hijas
y un niño nacido de cuatro meses.
 
Venían de lejos, quién sabe de dónde.
Habían perdido los nombres de los pueblos
por donde debieron pasar antes de
llegar a este recóndito lugar, que le llamaban
el refugio del diablo porque era donde nadie quería ir.
 
Dos machetes, un cabo plástico raído,
unos cuantos peroles para parar la olla
y aperos de trabajo
Y las mudas de ropas de las chicas
hacen la fortuna de doña Leila.
 
Doña Leila, solo es un número rojo
de los millones de mujeres
olvidadas a la suerte de Dios, que
no encajan en los planes de muchos gobiernos
para empoderarlas y hacerla artífices de su destino.
 
El día se muestra hosco como la mayoría de la gente
de ese lugar donde se asientan casitas de caña guadua
y unas pocas casas mixtas sin ventanas ni cercas.
Las mujeres todas parecen ser solas
de vez en cuando se ve llegar un hombre
y luego salir furtivamente llevándose sueños
mas parece un caserío de abandonadas.
 
El sol besa con pasión el rostro de ellas
Y estruja su piel agrietando sus rostros.
Alguna vez fueron la flor del banano, del girasol,
pero fueron arrancadas de sus jardines
y echadas a las veras de los caminos.
 
Por compasión a veces el cielo
Llora junta a ellas, lavando sus caras
acariciando sus cabellos.
Son guerreras, son mujeres rurales
que, aunque les han arrancado el corazón
no les han podido arrancar el amor
a la tierra, a sus hijos e hijas que crecen
junto a la herbácea del banano, junto al potrillo
junto a la malanga, al perro faldero.
 
Sus hijos unos buenos, otros malos;
son los hijos del yugo de la pobreza que las
preñó como novio de pueblo y luego
se ensaño hasta volverlas fieras.
 
Por eso luchan a brazo partido por marcar
una nueva ruta en que la esperanza del
fruto del campo les de la dicha
de verse realizadas como mujeres campesinas.
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