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A mis súplicas fervientes presta oído

(Evocación esencial libre del Salmo 5 de David et al.)

A mis súplicas fervientes presta oído,
y al suave musitar de mis plegarias.
Escucha mis suspiros, mi clamor, y ayúdame
¡oh Rey mío y Señor mío,
oh Dios!
 
De mañana oirás mi voz,
a ti muy de mañana dirigiré mis palabras
porque Tú no eres el Dios de los inicuos
y nadie malo puede ser parte de ti:
ni el jactancioso, ni el malvado,
ni el estafador, ni el mentiroso,
ni el homicida, ¡a todos los detestas...!
 
Pero yo, por casusa de tu bondad y tu amor,
entraré en tu casa, entraré en tu Santo Templo
y te haré reverencias...
 
Los que en ti se refugian serán recompensados,
hasta el fin de los tiempos irán gozosamente,
Tú los bendecirás porque claman tu Nombre
y Tú los cubrirás con tu gigante escudo...

Del libro Los cantos sagrados

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