La salve salta a los aires...
y yo me anudo a tu cuerpo.
Una loca boca sopla
las redondeces de un cuerno.
¡Ah, negra! Pobre y desnuda,
te adueñas del campo abierto
(ya la ecuación del placer
circula por sus adentros).
Cocuyos se encienden: ¡vivas!
¡Viva el Santísimo eterno!
¡Viva la madre piadosa!
¡Viva Olivorio Mateo!*
Jadeos, murmullos, gritos
inundan el matadero:
los asesinos empuñan
cuchillos de carne y hueso.
Ruedan monedas de sangre.
Ronca un oscuro pandero.
Y hay una voz que repite:
¡Viva Olivorio Mateo!
Vuelvo a Carrera de Yeguas,
trashuman los cementerios:
he visto sexos volando
muy separados del cuerpo.
Dos potros se yerguen rudos,
dos potros: la sed y el sueño.
¡Cómo me embriago mirando
un punto azul en tu seno!