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LA NIÑA DE LAS ABEJAS

Poema por y para Judith Féliz

La mañana volvía entre penumbras
y rostros, bajo el dulce asomar de las caléndulas;
el tiempo no marchaba, puesto que Cronos mismo
ritmaba el aleteo urdiente de su caminar.
 
La niña removió el cerrojo del instante,
majestuosa y radiante.
                                 Seguían su aleteo
una luz y una mano, divinas e invisibles.
 
Ataviadas, y al canto, volaron las abejas
—la razón de su vuelo fue coronarla allí—;
 
intocada y salvada de la avalancha dadora,
resurgiste y volaste por la gracia del dios.
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