COSAS PENDIENTES
“Creía
que la destrucción de la mente liberaba
a los objetos de su análisis”
Louise Glück
Cuando mojaba la magdalena en el café
ya estaba pensando en aquel texto
y en aquellos planes.
El propósito de hacer un viaje a Londres
ahora mismo se desmorona
por diversas circunstancias, fundamentalmente
económicas. Terminar de leer
esa novela de Moravia
se presenta como algo fácil; también están pendientes
esos cuentos de Kafka
y esa antología de Szymborska.
El verano es una ilusión óptica
que se transforma lentamente
como un mapa proscrito, y eso sin hablar
de su calor. Dormir bien es realmente hermoso.
Los dulces hábitos, la rutina, pueden tornarse
en algo que sirve
para existir contra la muerte, para seguir vivos
en una misma alfombra de perfumes
o en un canto a la apariencia. Lo que sucede
va a suceder en cualquier caso: futuro y pasado
a veces se confunden en un gesto. Las ideas
surgen y fluyen como indefensos territorios,
lo acostumbrado no se puede perder
tras su resorte. El verano es tan solo
un enfoque distinto; como un caso
judicial que ya ha prescrito, se empieza a ver su bonanza
justo cuando empieza a disiparse. Ni rastro
del cielo ni palabras
que sirvan
a modo de pronóstico y bonanza:
todo es un camino lleno de posibilidades
y al final se distorsiona hasta el vacío. Pero algunos
saben bien cómo montárselo,
y confieren a la matriz de sus principios
la forma más amable de su firme diligencia,
la reputada fe de su conducta.
“Pendiente” significa “todavía por hacer”,
pero también es un concepto topológico. (Ambas acepciones
son netamente vanguardistas, lo mismo que una idea
inclinada hacia su destino).
Un poeta británico dijo que escribir es como el acto de cazar
y que el poema no deja de ser un animal,
una forma de vida ajena a nosotros.
Yo no puedo ni afirmarlo ni negarlo.
Simplemente pienso
que todo lo que está fuera de este poema
ahora mismo me resulta ajeno.
