NO INTENTES ENCONTRAR...
No intentes encontrar
el prófugo reverso en la apariencia.
El objeto se esconde con sentido.
La clausura del verbo es su propósito:
no quiere levedad, no busca
la ceniza.
Las acciones determinan
una relación
con el ojo sonoro que se adentra
y a su vez quiere alterar
el color y la forma.
Unas flores de plástico
no pueden entender la primavera.
En la materia
gastada de los cuerpos
el tiempo imprime identidad:
imperturbable el rito de la muerte
y el morado se extiende hasta el delirio.
Si no cambian las flores
con el paso vibrante de cada estación
no tienen existencia. Y no podrán
amar de lejos
aquello que, en una inalterable luz,
pervierte a la unidad de la destreza
con la que ha tallado el ave
las máscaras para mirar.
La estructura de la imaginación
es instintiva: una promesa
del aire y su derrota.
Como un escorzo intenta
proteger la conjurada imagen.
En el movimiento está la vida;
observa una ciudad y ve sus rostros,
su indolencia o sus temores abatidos:
no es tan distinto
de un ciclo animal, donde las leyes comienzan
por un destino anterior, originario.
Visión y permanencia.
Envoltura de aquello que envejece
y no hace demasiado ruido.
Es una rueda inalterable, y esconde
en su fuego concisión. Recuerda, por ejemplo,
un tema de Tom Waits,
un poema de Ashbery o un cuadro
de Paul Klee:
en sus formas hay una respuesta,
una pulsión de la belleza
como manera de estar y de clavarse
en la mente que invoca su preludio.
Sólo hay que abrir los ojos
y atender al movimiento,
ventana abierta al mundo
en esa paralela realidad,
donde las cosas suceden simplemente
y lo único que pasa
es que estás aquí,
tan vivo como antes de nacer.
[20/03/2019]
(de “Perímetro del ruido”, inédito)
