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Un tren atraviesa las estepas de la madrugada

A Carlos Rafael Rodríguez

No parará,
no parará,
no parará este tren hasta llegar el día.
No parará hasta las terminales del amanecer.
Con el estruendo de su prisa invade
los túneles dormidos,
desgarra los andenes desolados,
estremece los pasos a nivel.
No parará,
no parará.
Sus ruedas,
violentas y seguras,
isócronas y tercas,
golpean hasta el alma
las vías que se juntan y se apartan,
las vías que se apartan y se juntan
en una sola flecha rauda.
No parará,
no parará,
no parará esta cólera de lámparas
que cruza entre rebaños de vapores
por las estepas de la madrugada.
No parará,
no parará ni aunque los negros puentes
chillen en sus herrumbres,
crujan en sus pilastras.
No parará,
no parará.
Contra la noche y la ventisca avanza.
Viene de lejos con su faro insomne,
evaporándose en las distancias.
Reapareciendo en las soledades.
No parará,
no parará,
no parará.
Abandonó crepúsculos y ríos
tras los semáforos de las fronteras
y dejó atrás pañuelos blancos
entre amarillas novias muertas.
No parará en brumosos caseríos
ni en estaciones perdidas.
No parará,
no parará
este tren hasta llegar el día.

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