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Philautía

Segunda sinfonía.

Con el desdén por dentro hacia la vorágine de incesantes tormentas, emprendí un vuelo con punto de partida en la introspección.

Tomé las riendas de mi destino y decidí no atormentarme por hilos de pensamientos incontrolables. Pues, sin conocerme a mí mismo, dudosa capacidad de controlar mis emociones.

Y fue así como me aventuré a lo más recóndito de mis catacumbas, saltando al vacío del abismo.
Sintiendo su mirada en mi cuello, menguaba la luna para hacerme de cuna y mimarme. Es que, me asustaba el hecho de no saber quién había tras mi máscara.

Los días, los libros, la lluvia, el fuego, agua, aire y tierra fueron la libertad que había estado buscando, pues en la naturaleza de la naturaleza encontré respuestas a preguntas que nunca antes me había hecho. En las gigantescas y a la vez pequeñas hormigas entendí qué, todos hemos nacido con nuestro destino en la nariz, sólo que a veces nuestros ojos no permiten verlo, por el punto ciego.

Su increíble fuerza y capacidad para trabajar en grupo me hacía quedarme cientos de minutos de observación, pensando en: ¿Qué piensa una hormiga? ¿Qué lenguaje intrínseco en sus millones de años de evolución la hace verme y sentirse atraída por mi presencia?.

Sé que mi lenguaje nunca lo podría entender, ni yo el de ellas, pero, todos los seres vivos reconocemos un único lenguaje universal, el amor.

Sentí en ese momento que había encajado algo dentro de mí, y que las personas que odian, que golpean, burlan, maltratan y abusan de otras personas, son sólo seres inconscientes, odiándose a sí mismos en silencio, durmiendo solitarios entre taciturnidades sin hurgar en sus tundras. O personas tan débiles que consideraban el acto de la guerra más valiente que el acto del amor.

Yo, gracias al amor, al amor por la naturaleza, por las melodías de mis poemas y canciones, logré salvarme de aquel abismo con mirada penetrante logrando devolverle la mirada, pero, desorientada
ésta no entendía el por qué se desvanecía. Sin entender que sus ojos desbordaban odio, pero los míos tenían un amor exorbitante.

Gracias a los árboles aprendí a crecer firme y qué, si me dobló el destino para un lado es para echar más raíces.
Aprendí de ellos que si muero, lo hago de pie.

Gracias a los hongos y su increíble reino fungi, entendí que todos somos conexiones de la tierra, que el planeta entero está vivo.
Gracias al fascinante micelio me enamoré mucho más de la vida, pues, lo que nosotros conocemos como redes de internet, existe hace millones de años en la tierra. Sí, los hongos crean redes de conexión por toda la tierra, lo cual permite a los arboles y demás seres botánicos poder comunicarse entre ellos.

Gracias a la lluvia entendí que es completamente necesario los días en los que el alma duele y que está bien llorar, porque me permite seguir regando las flores en mi jardín del edén y mantener siempre en mi primavera.

¿Cómo no voy a disfrutar de hacer reír y llenar de amor a la gente? Si el amor es lo único que nos mantiene vivos y nos da una esperanza.

¿Cómo no voy a amar el universo si sé que él me escucha y siente mis látidos?

¿Cómo no voy a amarme a mí mismo? Si he pasado por inviernos gélidos y sigo de pie, como los árboles, con heridas que son corteza y con corteza que es terreno para la vida.

¿Cómo no voy a amar plasmar mis letras con cariño? Si gracias a la poesía encontré el verdadero rumbo de mi vida, si gracias a las artes puedo respirar tranquilo y liberarme de mis dogmas.

¿Cómo no voy a amar la vida? Si cada vez me demuestra que las palabras tienen poder y que todo está lleno de magia, que las estrellas fugaces son sólo fugaces para nuestra estadía en la tierra.

Astronomía, arte, biología y música. Son las responsables de mis noches de desvelo frente al amor de los actos y pensamientos de estructura consciente.

Poema extraído de Wattpad, de la colección de poemas "A flor de piel - Manuelgarciau" segunda sinfonía.

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