Eres infinita.
Verdes praderas, el canto de las aves, riachuelos cristalinos, árboles frutales, cielos estrellados y montañas majestuosas es la mejor definición de tu persona.
Tú que acechas entre el sigilo de la maleza y saltas como felino para comerme y dejarme entre tus labios; Tú que bailas al unísono de mi alma y calmas la cólera; Tú que brillas más que toda una galaxia; Tú que reinas sobre mi amor romántico y perseverante; Tú que eres vida y das vida; Tú que me haces el amor con cada risa y con cada abrazo; Tú y solamente tú eres digna de orbitar entre la estrella de mi vitalidad.
Porque el negro de tu cabello me recuerda al cielo del crepúsculo y esos destellos de brillos que se asemejan al brillo de los cuerpos celestes.
Porque tus labios tan finos, tan delicados, tan rosas, tan suaves me acobijan entre el renacentismo de mí más puro ser, que emerge del vergel y transmuta en tu amor.
Porque tus caderas son aguas en turbulencia y yo soy naufragios a la deriva del ajetreo de tu tan caluroso amor.
Porque cuando estoy dentro de ti, tú estás dentro de mí y en ese momento sólo somos uno, uno solo ser, tú y yo, yo y tú, desbordados de ese maravilloso líbido.
No me gusta encasillarte en algo, porque es minimizar todo aquello que eres, pero, lo más correcto es decir que eres la naturaleza, qué eres infinita y nos hacemos infinitos cuando reímos a carcajadas por nuestra naturaleza simpática.
Más que mi novia, eres mi compañía. Mi compañera de aventuras y de cientos de recuerdos bellos en los cuales mis ojos te han tomado las fotografías más hermosas, donde tu rostro es y sería retratado como el ser humano más espléndido del planeta.
Mía, tan mía eres, siendo tan, tan tuya. Porque amando tus alas y tus vuelos entendí qué es el amor, y es que, el amor es eso, que tú vueles disfrutes y vengas a contarme cómo fue el recorrido, cuáles vientos te mesieron, cómo abriste tus alas y la cantidad de veces que aleteaste por minuto.
Porque yo te amo como quien admira una noche estrellada, llenándome los ojos de ilusión, de esa fascinación que sólo brinda la naturaleza.
Y te amo, te amo con cada experiencia que me hizo formarme el hombre que hoy día soy, pero, porque tú, extraordinaria mujer, me hiciste darme cuenta de qué es un hombre de bien.
Ojalá la primavera, verano, otoño e invierno sean nuestros paisajes alrededor de todo el mundo, porque tomados de la mano, nos siento más fuerte que un muro (Así como me lo escribiste en aquella primera carta que me diste, cuando cumplimos nuestro primer año de novios) somos una fuerza imparable si tu respiración se sincroniza con la mía.
Eres más que todas estas palabras y fascinación me brota cuando te escribo, porque me dejas el alma en otra loca nota musical, vibrando por tu voz y por tus relatos tan interesantes que podría estar escuchando por vidas, o con tu silencio, que no genera incomodidad, sino más bien, calma y serenidad.
Porque contigo siento armonía y parsimonia, eres sinfonía de mi pensar y estoy más que enamorado de ti.
Deseo, visualizo y manifiesto crear recuerdos gratos para contarnos de mayores.
Te amo con todo lo que soy, te amo con mis letras, te amo con mi don.
Y cuando quieras recordarme, mira las nubes, las montañas, las aves, las flores y la vida, que seguro estaré ahí obsrvándote a ti y esperando el momento preciso para mandarte un beso con el viento.
Sara Yepes Arcila, eres de lo mejor que me ha pasado en la vida, eres magia y ambos somos magos descubriéndonos a nosoros mismos.
Te amo infinito.