Peluche polvoriento
16 de abril, 2024
Tus ojitos son brillantes
como perlas cristalinas
que reflejan mi mirada
en tu mirada perdida;
pensaría estás llorando
pero es la tristeza mía
reflejada en tus ojitos
que me miran, que me miran.
Por tu sonrisa afable,
juguetona, descosida,
no pasó en vano el tiempo
ni pasa en vano la vida,
pues tomaron de tu rostro
pocas hebras cada día
para llevarse su cuota
de lo que fue tu alegría.
Me contaba la memoria
que antes tú te vestías
con un traje todo blanco
de resuelta lozanía;
pareciera te haces joven
que al dejar pasar los días
tu pelaje se obscurece
como el mío se ilumina.
Te tengo junto a mi pecho
mientras coso tus heridas,
aunque la piel de mis manos
y el color de mi camisa
compartan contigo el polvo
que grabó como la tiza
mis más profundos temores
y más sinceras caricias.
¡Ay, peluche, corazón!
¿Cuántas en toda tu vida
son las lágrimas en ti
depositadas, mi vida?
No me puedes ocultar
que cada lágrima mía
derramada en tu pelaje,
con amor, la guardarías.
¿Y cuántas son entre ellas
las que tú preferirías
no cargarlas, peluchín,
y las llevas a escondidas?
¡Ay peluche, corazón!
dedicaría mi vida,
todita, para coserte
las heridas que eran mías.
Tú me dirías que no:
que cuidarlas tu querrías
pues duele menos sanar
las tristezas compartidas;
mi peluche, corazón,
cuidémoslas cada día:
que nos nazca del dolor
la más profunda alegría.
