Tempus fugit
Tiempo: cuando se comparte el tiempo con la persona amada, el espacio adquiere una categoría secundaria, y nuestra percepción se altera. El resultado es paradójico, porque, al expandirse cada instante, se contrae luego la noción total del momento.
No importa dónde estemos, la persona amada se percibe siempre como un refugio. Un refugio no solo del mundo, sino del paso mismo del tiempo. Se paralizan los sentidos ante la conmoción de un gesto, el propio cuerpo se abstrae de sí mismo por el contacto con la persona amada. Se exprime cada segundo para obtener el máximo goce en y de la presencia del otro. Las conversaciones se dilatan. No hay turnos para hablar. Las palabras salen solas porque saben que van a encontrar a un interlocutor entusiasmado.
Después de esta eternidad condensada, al llegar el momento de la separación, para volver cada quien al curso cotidiano de sus vidas sin el otro, se distorsiona la noción de lo experimentado hasta entonces; y, en el desasosiego que produce la ausencia inminente, solo puede surgir una pregunta: ¿cuándo pasó el tiempo tan rápido?
Quise escribir un texto con una estructura parecida a la de las figuras de Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes. El título hace referencia a un tópico de la poesía latina que se podría traducir como "el tiempo se escapa".
