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La nada

Una fuerza despuebla mis hombros sucediéndose tras de sí,
prendiendo los besos y alzándolos hacia ninguna parte
Coloniza la infinitesimal magnitud del cuello que retorna,
avanza lasciva entre la tierra álgida que desciende.
Esa fuerza arrebata los nombres del que deshalló su pecho
través la savia roja los rayos vacilaban con redimir sus amantes.
Sin tregua avanza presa del desmedido horizonte
que desprende, hilvana, arrulla y azota la algidez de su paso mudo entre acuáticas formas que estallan sobre su olvido.
Tras de mí, la carne intrépida –que no soy yo–  finalmente me alcanza
inaugura su gesto al oscilar entre nouménicas faces.
Me atraviesa la noche escindiendo los paralelos del cuerpo,
torna en crisálida la senda que deviene en pos del sueño despierto.
 
Es el mar aguardando el son indecible del caminar sobre sí mismo,
la continuidad que drenando los trazos desarraiga el silencio de lo que no se exhibe
e irremediablemente hilvana el grito desde donde sí cabe nombrarse,
la nada.

Preferido o celebrado por...
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