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Elegía en el mar

¡Y era el mar! ¡Y era el mar!
¡Y era el mar de la vida,
profundo, vasto, negro!
Mar enorme, sin límites,
infinito en el tiempo.
¡Mar de la vida! ¡Mar de la vida!
Mar sobre el que volaron mi anhelo, mi esperanza,
y el ímpetu infantil de mis más altos sueños;
cuando los anchos vientos, como ligeros potros,
impulsaron mi barca por tus llanuras líquidas
a líricos mañanas y a grandes mundos cósmicos.
Cabalgando en el lomo de tus corceles ciegos,
por años vi la negra deidad de tus oleajes
la voz cortante, y oscura, apagarme el aliento,
hacerme prisionero en cavernas de odios,
nublar mis ojos en noches de soledades;
y naufragar, muriendo, cada día muriendo,
viste a mi fe en tus olas inmensas sepultarse.
Por los caminos anchos de amaneceres trémulos
partir me viste un día a conquistar mañanas...
Y hoy me ves regresar vacío de alegría,
vencido en mi fe alta y en mí mismo, vencido.
Mar por donde angustiado,
juguete del destino, del oleaje y los vientos,
vagué errante, llevado como una brizna inútil,
sin palabras, sin sueños,
sin vida en el vencido cansancio de mis músculos,
30y seguido en las noches del trueno del espanto
y el ansia de mi anhelo.
Ante tus grandes furias
y tu enorme potencia,
vi lo débil del músculo,
lo inútil de mi canto,
lo vano del orgullo;
desatando las fuerzas de las esclavas cosas,
vengativo y colérico,
igual que barca frágil mi espíritu quebraste,
de amarga sal llenaste el hambre de mi boca,
hiciste de mis ímpetus sólo despojos yertos;
mas así aún veía el grito de mis ojos
rosas de cielo, blancas, estallando en espumas;
voces de eternidades cantar en tus oleajes;
astros nuevos surgir del fondo de tus aguas;
volar por tus llanuras crepúsculos gigantes;
como pupilas cósmicas abrirse auroras nuevas;
y aún dabas a mi vida una tan grande ansia,
que recorriendo días, eternidad y espacio,
hambrienta de infinitos siempre tuvo más hambre.
¡Mar de la vida! ¡Mar de la vida!
Mar que me viste luego,
más que a ningún mortal, desdichado y desnudo,
solo, sin fe ni dioses,
luchando contra el odio de tus muertes salobres,
preso en sombrío abismo y en ansiedad de vuelo,
y sin otro poder bajo un cielo de siglos
que un gran dolor de hombre.
¡Y era el mar! ¡Y era el mar!
¡Y era el mar de la vida!
¡Bajo rosas de espumas cementerios de ensueños!
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