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Salutación a un camarada culi

Del fondo de los siglos, tumultuosa y salvaje
surge mi exaltación,
por ti, en cuyas pupilas oblicuas he leído
—páginas de una llíada de libertadun Himalaya de epopeya.
Surge de largos años de humillación:
soy de tu misma raza hombre amarillo; acaso
tuvimos por abuelo los mismos mandarines
venales, corrompidos,
aletargados bajo el nirvana del opio
en negra noche del pasado;
o quizá, más felices,
fueron agricultores, sembradores de arroz,
allá en los valles del Yang-tsé.
Aunque hasta mí llegaste vestido a la europea,
tu tez era mongólica,
exótica tu lengua monosilábica;
tu expresión evocaba, bajo la sonrisa,
a la de los guerreros de Gengis Kan:
máscara que hoy teme Europa y el Norte yanqui acecha.
Fue necesario que llegaras
con tu angustia de ayer, tu grito del presente,
con tu esperanza de futuro,
con el impulso bélico del que rompe cadenas
de hermanos oprimidos,
para que yo, saliendo de un sueño de opio, entrara
contigo al alba nueva;
y mirara tu espada
—no espada de conquista, espada que libertarasgar los cielos negros de cien pueblos esclavos
39con un fulgor de rojos incendios libertarios.
Mas, sangre de tu sangre, yo vivo en fiebre ahora
tu fuerte gesto y tu tragedia;
nos ligan doblemente los vínculos
de la estirpe y la nueva inquietud ideológica.
Tú has despertado en mí lo que en mí hay de Asia,
pues yo vengo de allá en connubio con Africa:
dos grandes continentes destrozados, vencidos...
Mi destino es más triste que el tuyo;
que hasta la tierra india a cuyo sol me he abierto
y la brisa primera he bebido,
desde el Río Grande a la Tierra del Fuego
—patria continentaltambién es destrozada por el imperialismo.
Con tu ancestral instinto y oculta fuerza primitiva
liberta, liberta;
aunque el poder de Europa y la amenaza del nipón
lleguen a ti, liberta.
La virtud de tu raza surja viril y recia;
y del ensueño fútil del paisaje de laca,
y del embotamiento del opio aniquilante,
y del quietismo inútil de tu filosofía
brote el clamor de guerra.
Lucha contra los buitres
que te devoran las entrañas;
vampiros extranjeros que sorben tus derechos
bajo una fementida noche civilizada.
Del hangar del pasado
suelta la amarra tradicional;
y en el vuelo rebelde por la justicia humana,
40lleva sobre los libres océanos sidéreos
con nuevos ritmos tu doctrina.
Oiré en tu ideología
más humana, más cósmica
—dirigible de intensas verdades colectivasmás fuerte el trepidante motor de nuestra época.
¡Hasta que llegue el alba que en gesto comprensivo,
del mástil de los Andes sus cables rompa al viento
de nuevos postulados,
la nave de la nueva Revolución de América!
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