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Brisa y sudor

La intermitencia y ambigua frontera de temperaturas opuestas desacelera mi ánimo escarlata, y donde he de encontrarme ágil y meditado vorágine, agudo instrumento atestiguante de ambivalentes dominaciones, estupor analgésico clausura la transparencia de mi córnea al galopeo del febril escupitajo.

Efímero y fatal, la celosa y voraz clarividencia, eludiendo al olvido o la distracción, teje dedos tentaculosos e insoportables que descubren ancla en mis cuerdas vocales, ay como me vulneran dulcemente, ay como me hacen cantar, cantar.

Me retuerzo luego diluyo, sollozo horizontal y pegajoso, me esponjo y disminuyo mientras repto una superficie humana, ¡Ah! meneando en torpe sigilo mi víbora gotea su veneno, plagando mi ceguera de vergüenza, y rebota, rebota, rebota en confinamiento, pues estos ojos nublados no proyectan, y mi boca ocupada está, engullendo *de la viande*, un órgano escurridizo, húmedo, tan así que mis escalofríos delatan cómo baila por mi cuello gota de esencia pura, exiliada desde entrañas que desearía sentir. ¿Cómo he de verme? Reviento mis labios de puro embarazo, pues no hay duda en mí; soy una mosca drenando irresistible flor, tan perfecta que desprecio mi propio vómito. En fin, como te digo, la vergüenza se anida en mí a modo de vestigio de gloria impalpable, y recular solo desata más su melosa ira, ¡Mierda! me dejaste dejar ser devorado, y mi debilidad nuevamente concluye en el desmenuzar de los parásitos cerebrales maldecidos a existir por este pulso tribal, ocultista. Conjuro mis manos en mi cerebro, he de proteger, convencido estoy que el único sacrificio que añoran es mi propio cariño, y yo, un tipo influenciable, desde los albores de la cruzada, traiciono aprieto, muero y canibaliso. Desafortunadamente, el ser insecto consciente no me quita lo insecto, y como colmillo podrido, sigo clavándome, imbuido de dolor, termino en la desintegración, en la diseminación, en la insubordinación, en la perdición, en la iluminación, en la putrefacción, en la inyección, en la...

Termino y me acontece escualidez, y esta escualidez no es broma; sin ir más lejos, desencajo fácilmente de las entrañas ajenas, drenado, empapado y hasta contento de haber participado.

Indiferente a mi aire de finalidad, mientras despliega sus piernas con expreso propósito de enredo, musita en mi oído perversas declaraciones de amor. Mareado, no logro evitar la colisión, brisa azota las lagunas de sudor que mis pliegues se esmeran en albergar, no soy capaz de identificar la cadencia, los bordes de las superficies donde temperaturas opuestas se opacan. La sensibilidad no me alcanza para distinguir, ¿será que en mi historia evolutiva el amor no fue protagonista? Como siempre después de todo evento que flirtea con mi felicidad, la muerte gana terreno. Esta incomodidad me recuerda a las mañanas invernales, donde los ropajes parecen piel de cebolla y el frío muerde rabioso, pero la pereza demanda dormir de todas formas en glaciales condiciones. De repente, fui transparente a lo dicho y odiamos al unísono a mi persona, duermo en tristeza, te encuentro en la madrugada de nuevo cálida. Despertamos abrazados y babosos al día siguiente, enhebrados en una concomitancia de extremidades y piel, amándonos en la comodidad de una mañana invernal donde las sábanas y nuestros cuerpos fueron más que suficientes para espantar el frío. Me habita felicidad, rompemos el ayuno e invertimos el resto del día en contarnos los cabellos.

Piaciuto o affrontato da...
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