Asido a mis entrañas
he sido usado por miríadas de mujeres
manjares
en los manglares de mi conciencia,
y sigo vivo.
Asado en el sartén cansado
de la cocina de mis vecinas, he sido izado
por mujeres mujientes
entre los vientres de sus sueños (dragonas insatisfechas),
y sigo vivo.
Ahora, en los días del recuento decidido,
he cedido los derechos de mi autobiografía
a las fervientes de sí mismas,
para que digan de mí, en su geografía,
lo que les plazca
(total, en ellas me metí).