Noche de sábado Bullicios afuera Una música lejana que suena y suena y no para
Y yo aquí, así, un suspiro Un anhelo y la espera Y las ganas de que pienses En mí como yo en ti Y tú allá, así, quién
Lluvia, autos, ruido Ómnibus que van y vienen Jueves en Montevideo Café, música, suspiros Las horas pasan
En este mundo inerte Gris y mundano El mero recuerdo de tu tacto Me envía una tierra de etérea dich… En este mundo injusto
mi muso ignorante el numen profano de esta alma mendiga que implora sosiego a cambio de versos ignotos
Es un suplicio como una sed inextinguible en el desierto árido y vasto sin tener al alcance el oasis de tus labios
no es soledad no es tristeza ni amargura es el vacío de una ausencia
Me muero de las ansias reprimidas y de las palabras censuradas
Lo puedo tocar al cuerpo diáfano de las horas irrecuperables y de los momentos por siempre en el ayer encallados
El cielo, las estrellas Las cenizas que todo lo cubren Cubren la noche, El suelo, el mar, Cubren mi alma
Escucho el río Ese río que parece mar El ruido de las olas Que llega desde el Sur Escucho los autos
Me pregunto Si en algún mundo alterno El espacio y el tiempo Fueron benignos Si sentí tus labios
Esta masa difusa de hastío Esta película monocromática en cámara lenta
Pica, duele, arde Esta ansia inconclusa El párrafo sin punto final Que muere en mitad de la frase El cuento sin desenlace.
Tengo puesto ese vestido El de esa noche Inefable de verano Tengo puesto ese vestido Te acordás