Ignacio Rodríguez Galván

Por primera vez

Por vez primera me abandono ciego
al insondable abismo de este mundo,
y al contemplar su cóncavo profundo
tiembla incierto mi pie.
Mil imágenes tristes y funestas
se agolpan a mi mente combatida,
y se presenta en ella de mi vida
lo que ha de ser y fue.
 
Nuevo sendero se abre ante mi vista.
¿Qué miro en él? Desolación, espanto.
En la tierra empapada con mi llanto
mi pie resbala ya.
Hijo de Adán imploraré a mi hermano
y de mi apartaráse desdeñoso,
mas del Señor un ángel luminoso
mi báculo será.
 
Ya la miseria con su mano yerta
mis agitadas sienes acaricia,
ya de los hombres la infernal malicia
rompe mi corazón.
Ya tendido expirando en lecho duro
de escarnio soy y lástima el objeto,
ya entra de Heredia el pálido esqueleto
en mi oscura mansión.
 
En vida y muerte, oh vate, infeliz fuiste;
si en tu existir tocaste sólo abrojos,
con muertos ignorados tus despojos
yo confundidos ví.
Tu predijiste mi miseria cuando
en mi mano sentí tu mano ardiente;
si no heredé tu numen elocuente,
tu mala estrella sí.
 
Yo sé que el hombre al opulento crimen
débil acata, envilecido aplaude,
y sé también que disfrazado el fraude
vive en su corazón.
Sé que desprecia la virtud desnuda
y que asentada en su falaz pupila
eternamente a la honradez vigila
astuta la traición.
 
Mas la vida es crisol del inocente.
Si en la indigencia y menosprecio vive,
su galardón espléndido recibe
llegando al ataúd;
que de Dios en la mente soberana
será llanto y pesares su riqueza,
los títulos serán de su nobleza
compasión y virtud.
 
Hijo de Dios que desvalido y pobre
pasaste por la tierra descreída
y en el último trance de tu vida
tu lecho fue una cruz,
lleva mis pasos de virtud al templo,
mi tenebrosa mente al cielo encumbra
y mi extraviado corazón alumbra
con tu divina luz.

(1840)

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