Cual brilla la esperanza seductora
en la mente del hombre sin fortuna,
así entre nubes rotas de la luna
resplandece la luz.
Todo es silencio y soledad ahora,
el delicado viento apenas zumba
y sólo me acompañan una tumba
y una modesta cruz.
Allí postrado, en meditar profundo
se engolfa mi agobiada fantasía.
Y la frente me toco y la hallo fría ...
Mas no mi corazón.
En sueño hundido el bullicioso mundo
¿yo solo en medio de la noche velo?
¿Yo solo al justo, al poderoso cielo
elevo mi oración?
Dentro de este sepulcro helado y mudo
uno encontró su deseado abrigo
y nadie ... ni un pariente ni un amigo,
viene a rogar por él.
Esta losa do estoy es el escudo
que la liberta de la atroz perfidia,
de la maldad, ingratitud y envidia
y de una amante infiel.
¿Acaso, como yo, solo en la tierra,
no hallaba en su dolor consuelo alguno?
Quizá amor y desprecio de consuno
le hicieron padecer ...
Empero ya su cuerpo aquí se encierra
y su alma otra región ahora habita ...
En tanto mi existencia se marchita
de la suerte al poder.
Y cuando suene lúgubre campana
y ya la muerte el corazón me oprima
¿habrá quien triste ante mi lecho gima
en amargo dolor?
Esperar en los hombres cosa es vana;
no hay quien alivie mi dolor prolijo,
ni quien piadoso lleve un crucifijo
al labio sin color.
Y ni en la tumba solitaria abrigo
encontrará mi cuerpo sepultado,
que vendrá otro cadáver, y arrojado
el primero será.
¿Y a su socorro no vendrá un amigo?
Necio de aquel que en la amistad confía.
¡Amistad! ... la que dura un solo día
es sempiterna ya!