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S.O.S.

Parte de la obra "Avisos de Ocasión"

Eres un velero, cuanto bailas.

Era la tarde de un día con un calor extremo. Siempre ha sido así, pero ese día en especial, todo parecía tambalearse con los rayos dorados. Sentado del otro lado del salón, contemplaba tu charla indiscreta, más bien graciosa, con el hombre que te había propuesto matrimonio unas semanas antes.

Eres un avión, cuando hablas.

Cuando tu suave mano se posó sobre su mejilla, acariciándole el alma a aquél que alguna vez había sido mi amigo, me derrumbaste.
El mesero había retirado ya mi copa seca y llena de mis lágrimas derrochadas. La gente observaba mi inminente estado depresivo, mis párpados hinchados de recuerdos y la barba de arrepentimientos contenidos.

Eres un Cadillac, cuando te escapas.

Me levanté casi tirando el banco debajo de la barra. Cuando avanzaba por entre las mesas del lugar, chocando con los bolsos de las señoritas emocionadas, la gente me miraba desconcertada. Por debajo del abrigo topé mi arma, con la que terminaría con todo esto. La encajé en mi dedo, sentí su frío metálico y me dispuse a apuntarlo a tus ojos.

Eres una carroza, cuando te asustas.

El hombre, quién llamé hermano en tiempos cercanos, se estremeció al ver mi mano por debajo del saco. Rápidamente, se estiró contra mí y me derrumbó de un solo golpe. Caí, y mi cabeza chocó contra un escalón de plateado borde. Cuando me dejó de sofocar, mi mano se extendió hacia afuera, dejando mi plan al descubierto. Tu mirada, sorprendida entre gritos ahogados de los presentes, se llenó de un púrpura lagrimal.

Eres una tumba, cuando besas.

En mis últimos alientos, extendí el arma hacia a ti. Sólo así, los dos estaríamos condenados al recuerdo del otro.
—¿Quieres ser mi esposa?—
Y el anillo luminoso, cubierto de un poco de sangre, se dejó caer sobre el regazo marfil, de la hermosa falda que lucías en el día de tu boda.

Piaciuto o affrontato da...
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