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Lecciones para un corazón dormido

Dedicado a G.

No fueron necesarias las veinticuatro horas de día;
 
en una mañana despejada, arribé al núcleo de nuestra tragedia;
 
Una epifanía de dejar lo que más deseaba
 
y permitir el encuentro de cuerpos y corazones, míos y de ella.
 
 
 
Apareciste en mi cotidianidad cuando yo apenas aprendí a caminar,
 
tú recién entendías como correr;
 
Dios sabe la cantidad de veces que te prometí acelerar mi paso.
 
Y lo trágico fue que cuando yo decidí inscribirte conmigo en una carrera,
 
tus pies fatigados y rojos de dolor se agobiaron de la espera.
 
 
 
Hueco, irreal e infantil fue el amor al que me aferré antes de tu llegada;
 
la ilusión de haber encontrado aquello por lo que mis deseos más humanos babeaban,
 
se esfumo densamente con tu forma de ser.
 
Toda tu ternura, porque eso eras, ternura encarnada,
 
alumbró que existe vida más allá de mi horizonte afectivo, eso me dio miedo.
 
 
 
Nunca quisiste los detalles, o puede que sí,
 
pero eso no era siempre lo que más te importó.
 
Lo que venerabas era mi esencia plasmada, el salirme de mí.
 
Una plasta de mi ser, de mi complejo mundo interno
 
en cada detalle que te obsequie.
 
 
 
Lo entendí tarde, lo aprendí tarde, y todavía arde que te hayas ido.
 
Que cínico es el hombre que decide ser soporte de su amada
 
cuando lo que más ama se ausenta y, entonces, suelta al recién nacido en su nido.
 
Te sigo anhelando, tanto que te plasme en un poema.
 
Será de mí, desbordar todo el amor, que mi esencia tiene para dar a los que he querido.

Altre opere di Jorge A. Cervantes U....



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