Querida Claudia
Por Jorge Cervantes
La lluvia que deteriora las calles de mi colonia en ríos, incluidos esos truenos y relámpagos que ladran, pero no muerden, me tentaron a gastar mi tiempo en letras, en letras que forjan sentimientos.
No te quiero hablar de sentimientos porque tú ya bien los conoces, te sofocaron, te gritaron y aun así tenias el tiempo de encontrarle formas a las nubes para después enviarme un mensaje de texto diciendo: “Esa se parece a nosotros y esa otra a una jirafa”.
La gente solía hablar de esos azulados y vividos ojos tuyos que levantaban picardía o envidia según quienes los contemplaran bajo la luz del sol.
Justo como el azul de tus lágrimas que rasgaban tu mejilla en los momentos de soledad durante las madrugadas que nunca supiste gozar. Pero yo sé que tus ojos no eran así, el azul es un hermoso color y tus ojos no eran de color, más bien; estaban pigmentados por la necedad de buscar el amor que nunca te tuviste.
