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LA TRAMPA DEL QUESO

Siempre taciturna como si se tratase de la luna
enamoraba con sus enaguas almidonadas.
Eran sus lánguidas miradas, incisivamente melosas
en el desparpajo nupcial de una preterida noche.

Mis ojos jugaron a enamorarse
de una mujer que enmascaraba su dulzura;
imaginaba sus labios carnosos besando con ternura.
Apasionado mi corazón se volcó a perderse.
 
Quise quererla mas allá del miedo, mas allá de la inteligencia.
No bastaba que fuera mía, que me quisiera, que la llevará al altar.
Jamás imagine que sería una lucha por mi existencia;
amarla delataba mis limites, era un punto ciego ha desentrañar.
 
Mi juego del gato y el ratón cayó en la trampa del queso.
Estoy desquiciado con los avatares del amor
la línea sempiterna que me lleva a ella tiene saltos y rupturas
como si se tratará de un escalfado dolor.
 
A veces me tienta el suicidio
como una catarsis no contemplada
pero vívidamente razonada.
Nada está dicho en el sendero del amor.
 
Los mil parasoles que asoman en la noche
haciendo bullanga a las sombras
danzan dando clara oscuros a las plateas de los amantes
que vuelcan sus cuerpos para desencadenar sus pasiones.
 
Siempre taciturna como si se tratase de la luna
enamoraba con sus enaguas almidonadas.
Eran sus lánguidas miradas, incisivamente melosas
en el desparpajo nupcial de una preterida noche.
 
Cuando nuestras sombras alcanzaban
la abscisa correcta como si se tratase
de la construcción de un sueño, poníamos
un gramo de sal cada uno para untar nuestros cuerpos.
 
Sabíamos que al amanecer
desaparecería la pompa de ilusiones.
La inexpresiva añoranza de eternizar
cada juego de nuestras células era solo quimera.
 
Buscábamos un puerto donde llegar y morir.
La extasiada playa se bañaba con la luz otoñal
Luego vertía todo su veneno en un indiferente adiós,
un beso nacarado de arena y rojo escarlata me despedía.
 
El ciego momento en el que nos desvanecemos
para mimetizarnos ante lo ineludible
pervive como marca de vida desquiciando
todo rastro de sentimiento consentido.
 
Maquillada con el arrebol efímero
fingía danzar junto a mí el torbellino
de un querer de traspatio lastimero
que moría en las fauces del destino.

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