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MI PALABRA

Yo sé que mi palabra, es mi palabra y no la tuya
que a veces acaricia y hiere, que relame la sal de tu piel,
que es como una tromba rasgando la telaraña de tus sueños,
escupiendo la cara de los que se metamorfosean.

Yo sé que mi palabra, es mi palabra y no la tuya
y no por eso dejaré de soñar en tus letras.
 
Se que muchas veces las sueltas como cometas
y quieres que lleguen a lo alto de las tribunas
donde se apostan los hombres que tuercen
los cuellos a los cisnes, los que empañan de sangre
los pañuelos blancos de las vírgenes,
los que vituperan a los indios, mestizos, negros,
rubicundos, morenos, amarillos, cenizos, albinos, prietos.
 
Yo sé que mi palabra apenas es una exhalación
no tiene más vida que la que le dan tus tímpanos.
Agonizan cuando salen de mis labios y se confunden
con los ruidos de la calle, con los ruidos de los gritos,
con los ruidos de los lamentos, con los ruidos de los susurros.
 
Yo sé que mi palabra, es mi palabra y no la tuya
que a veces acaricia y hiere, que relame la sal de tu piel,
que es como una tromba rasgando la telaraña de tus sueños,
escupiendo la cara de los que se metamorfosean.
 
Pero es mi palabra y me sale como lava de volcán
busca anidarse muy adentro en tus entrañas.
Busca un rincón donde hacer eco
para devolverme el mantra del silencio.
 
Yo sé que mi palabra, es mi palabra y no la tuya
y no por eso dejaré de soñar en tus letras.
 
Sé que mi palabra es esa serpiente que se anida
justo aquí, donde se le atragantó la manzana a Adán
y ahora rasga una melodía por el paraíso perdido
y sale llorosa y tenue rogando perdón por un pecado no consentido.
 
Yo sé que mi palabra, es mi palabra y no la tuya.
Sé que mi palabra moldea el barro y dice tu nombre
para no olvidar los sentimientos del corazón.
 
A veces se vuelve espuma de mar y golpea los muros,
emerge ronca y grávida de salivares y jugos gástricos
para incendiar ciudades y mover la turba deseosa
de morder el músculo incendiario de la pasión.
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