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PLEGARIAS ATENDIDAS

Un perro oscuro, charlatán;
bufón de ladrido estentóreo
dueño y amo de las bellas cisnes
ventrílocuo de sus cajas musicales
les canta la Travieta para goce de sus intimas.

No he pedido nada que el cielo no me pueda conceder
mi mirada ha sido humillada con el fulgor de las estrellas
mi espartana piel aguijoneada por los reveses del atardecer
mi pensamiento timorato, huérfano de la luz de las centellas.
 
Una danza de mujeres de alpiste
de lo más granado de la vieja ciudad de los rascacielos
degustan las canongías de sus abolengos apellidos
oteando los entresijos de una sociedad macilente y libertina.
 
Un perro oscuro, charlatán;
bufón de ladrido estentóreo
dueño y amo de las bellas cisnes
ventrílocuo de sus cajas musicales
les canta la Travieta para goce de sus intimas.
 
Después de Desayuno en Tiffanys
era muy difícil tener la sangre fría.
Había que pensar en un cierre apoteósico
nada mejor que novelar los cotilleos.
 
Más de una enagua almidonada
caería herida en las calzadas de los elegantes salones.
El Studio 54 y la Factory de Warhol
los rincones preferidos de las musas
volarían la imaginación del poseso de las revelaciones.
 
Plegarias atendidas no era un buen título
para el final de una noble traición de un Arlequín
que atendió a Calista Flockhart, Demi Moore
y otros cisnes que fueron el principio de su fin.
 
No quedo cisne en pie, sus vuelos majestuosos
y grandes elocuentes solo eran el disimulo
de una vida tras bambalinas que enmascaraba
las miserias de sus lujuriosas infidelidades.
 
También había rituales de sangre, donde alguien
moría por una bala perdida; exceso de sustancias,
euforias eróticas donde los líquidos se extraían
para rociarlos en las palaciegas camas medievales.
 
Hubo un tiempo que New York tuvo su reina
La Cóte basque la desnudó y la dejó asolada.
No toleró la alta traición. Nadie podía imaginar
un lago de sangre del manantial de una vagina.
 
Paley tenía rango de reina y de cisne favorito
Vogue había sido su casa y la alta costura
se había rendido a su talle de musa sin que
ningún zángano la cortejara y siguiera con vida.
 
Eran las reglas del amor violento.
Los ricos permanecen juntos, pase lo que pase.
No importa si eres una tonta vanidosa
que no alcanzas a reconocer un alfiler de una aguja.
 
El aguijón de la sátira mordisqueando las vidas licenciosas
de las mujeres y hombres de la socialite que derrochan
elegantemente sus elixires como el vaho de una caverna
que luego exhalan entre los espumosos champanes y vinos.
 
Cada línea que Capote concibió fue una sensiblera
estocada de espada al corazón de sus divas.
El hechizo nocturnal de un “cádaver a los postres”
asesinado con un cuchillo por la espalda
no fue más que la antítesis de su muerte prematura.
 
En su incriminamiento diría: Soy degollador,
no sé qué esperaban. Mi arte es adelantarme
a la muerte. Ellos son la exquisitez de mi mesa.
“Nunca dejes que la verdad estropee una buena historia”.
 
Matar a un ruiseñor era tan lírico como torcer
los cuellos de los cisnes del lago de la avenida
Broadway o bien pasearse por el Park Avenue
mientras se bebía vodka o un fino escocés.
 
Aun huele a tinta el libidinoso cádaver de Truman
su novela inacabada le dejó un sabor amargo.
No hay mayor tiempo perdido que huir a los laberintos
de un texto que nunca verá la luz y que misteriosamente
da un inteligente giro encandelillando a su autor.
 
En homenaje a Truman Capote

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