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Wallace Stevens

Wallace Stevens was born in Reading, Pennsylvania, on October 2, 1879. He attended Harvard University as an undergraduate from 1897 to 1900. He planned to travel to Paris as a writer, but after a working briefly as a reporter for the New York Herald Times, he decided to study law. He graduated with a degree from New York Law School in 1903 and was admitted to the U.S. Bar in 1904. He practised law in New York City until 1916. Though he had serious determination to become a successful lawyer, Stevens had several friends among the New York writers and painters in Greenwich Village, including the poets William Carlos Williams, Marianne Moore, and E. E. Cummings. In 1914, under the pseudonym "Peter Parasol," he sent a group of poems under the title "Phases" to Harriet Monroe for a war poem competition for Poetry magazine. Stevens did not win the prize, but was published by Monroe in November of that year. Stevens moved to Connecticut in 1916, having found employment at the Hartford Accident and Indemnity Co., of which he became vice president in 1934. He had began to establish an identity for himself outside the world of law and business, however, and his first book of poems, Harmonium, published in 1923, exhibited the influence of both the English Romantics and the French symbolists, an inclination to aesthetic philosophy, and a wholly original style and sensibility: exotic, whimsical, infused with the light and color of an Impressionist painting. For the next several years, Stevens focused on his business life. He began to publish new poems in 1930, however, and in the following year, Knopf published an second edition of Harmonium, which included fourteen new poems and left out three of the decidedly weaker ones. More than any other modern poet, Stevens was concerned with the transformative power of the imagination. Composing poems on his way to and from the office and in the evenings, Stevens continued to spend his days behind a desk at the office, and led a quiet, uneventful life. Though now considered one of the major American poets of the century, he did not receive widespread recognition until the publication of his Collected Poems, just a year before his death. His major works include Ideas of Order (1935), The Man With the Blue Guitar (1937), Notes Towards a Supreme Fiction (1942), and a collection of essays on poetry, The Necessary Angel (1951). Stevens died in Hartford in 1955. Poetry Harmonium (1923) Ideas of Order (1935) Owl's Clover (1936) The Man With the Blue Guitar (1937) Notes Towards a Supreme Fiction (1942) Parts of a World (1942) Esthétique du Mal (1945) Three Academic Pieces (1947) Transport to Summer (1947) Primitive Like an Orb (1948) Auroras of Autumn (1950) Collected Poems (1954) Opus Posthumous (1957) The Palm at the End of the Mind (1967) Prose The Necessary Angel (1951) Plays Three Travellers Watch the Sunrise (1916) Carlos Among the Candles (1917) References Poets.org — http://www.poets.org/poet.php/prmPID/124

Julián del Casal

Julián del Casal Por: José Martí Aquel nombre tan bello que al pie de los versos tristes y joyantes parecía invención romántica más que realidad, no es ya el nombre de un vivo. Aquel fino espíritu, aquel cariño medroso y tierno, aquella ideal peregrinación, aquel melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, porque las letras sólo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad, ya no son más que un puñado de versos, impresos en papel infeliz, como dicen que fue la vida del poeta. De la beldad vivía prendida su alma; del cristal tallado y de la levedad japonesa; del color del ajenjo y de las rosas del jardín; de mujeres de perla, con ornamentos de plata labrada; y él, como Cellini, ponía en un salero a Júpiter. Aborrecía lo falso y pomposo. Murió, de su cuerpo endeble, o del pesar de vivir, con la fantasía elegante y enamorada, en un pueblo servil y deforme. De él se puede decir que, pagado del arte, por gustar del de Francia tan de cerca, le tomó la poesía nula, y de desgano falso e innecesario, con que los orífices del verso parisiense entretuvieron estos años últimos el vacío ideal de su época transitoria. En el mundo, si se le lleva con dignidad, hay aún poesía para mucho; todo es el valor moral con que se encare y dome la injusticia aparente de la vida; mientras haya un bien que hacer, un derecho que defender, un libro sano y fuerte que leer, un rincón de monte, una mujer buena, un verdadero amigo, tendrá vigor el corazón sensible para amar y loar lo bello y ordenado de la vida, odiosa a veces por la brutal maldad con que suelen afearla la venganza y la codicia. El sello de la grandeza es ese triunfo. De Antonio Pérez es esta verdad: «Sólo los grandes estómagos digieren venenos». Por toda nuestra América era Julián del Casal muy conocido y amado, y ya se oirán los elogios y las tristezas. Y es que en América está ya en flor la gente nueva, que pide peso a la prosa y condición al verso, y quiere trabajo y realidad en la política y en la literatura. Lo hinchado cansó, y la política hueca y rudimentaria, y aquella falsa lozanía de las letras que recuerda los perros aventados del loco de Cervantes. Es como una familia en América esta generación literaria, que principió por el rebusco imitado, y está ya en la elegancia suelta y concisa, y en la expresión artística y sincera, breve y tallada, del sentimiento personal y del juicio criollo y directo. El verso, para estos trabajadores, ha de ir sonando y volando. El verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa. No se ha de decir lo raro, sino el instante raro de la emoción noble o graciosa.-Y ese verso, con aplauso y cariño de los americanos, era el que trabajaba Julián del Casal. Y luego, había otra razón para que lo amasen; y fue la poesía doliente y caprichosa que le vino de Francia con la rima excelsa, paró por ser en él la expresión natural del poco apego que artista tan delicado había de sentir por aquel país de sus entrañas, donde la conciencia oculta o confesa de la general humillación trae a todo el mundo como acorralado, o como antifaz, sin gusto ni poder para la franqueza y las gracias del alma. La poesía vive de honra. Murió el pobre poeta, y no lo llegamos a conocer. ¡Así vamos todos, en esa pobre tierra nuestra, partidos en dos, con nuestras energías regadas por el mundo, viviendo sin persona en los pueblos ajenos, y con la persona extraña sentada en los sillones de nuestro pueblo propio !Nos agriamos en vez de amarnos. Nos encelamos en vez de abrir vía juntos. Nos queremos como por entre las rejas de una prisión. ¡En verdad que es tiempo de acabar! Ya Julián del Casal acabó, joven y triste. Quedan sus versos. La América lo quiere, por fino y por sincero. Las mujeres lo lloran. Julián del Casal, florece en la estación de mayo Por: Juanita Conejero Nació en Cuba y desde aquel día 7 de noviembre de 1863, cual difícil le fue andar, y para olvidar todas sus tristezas se refugió en el arte, persiguiendo como él decía fantásticas visiones. Julián del Casal, “aquel nombre tan bello” al decir de Martí, aquel poeta con el que no pudo nunca hablar, pero que era “muy conocido y amado en toda América” y del que predijo: “ya se oirán los elogios y las tristezas” y “es que en América, está en flor la gente nueva que pide peso a la prosa y condición al verso”. Así escribía el Apóstol, en Patria, Nueva York, un 31 de octubre de 1893 en ocasión de la muerte de aquel cubano, que gustaba de la poesía “doliente y caprichosa” de Francia con la rima excelsa y que fue capaz de asumirla, con la elegancia de su personal sentimiento y su directa cubanía. Sólo vivió treinta años. Hace ciento veinte años publicó Hojas al Viento su primer libro, en él, la influencia de los románticos y del parnasianismo francés. Mucho leía el gran Casal, mucho respetaba las formas métricas tradicionales, pero al ponerse en contacto con las últimas innovaciones francesas de su época y sobre todo cuando profundizó en la obra de Baudelaire y de Verlaine, este caudal poético enriqueció su verso y su prosa. Para Martí, no había dudas, que el verso de Julián era hijo de la emoción y fino y profundo, como una nota de arpa. En un artículo publicado en La Habana Elegante, y suscrito por Enrique Hernández Miyares, se expresa: “Julián de Casal es mi hermano de ideales…..él es un poeta sin tacha y sin miedo como se decía de los caballeros de la Edad Media. Ha impreso su libro Hojas al Viento y “ya está”, como él dice. Como todo si el libro gusta y la edición se vende, ya veremos pompa en la alcobita de Julián, donde hay mayólica en los estantes, libros hasta en los percheros y se ve la efigie del Santo Padre al lado de la de Sarah Bernhardt”. Dedica Casal este primer libro a quién considera su venerado maestro: Ricardo del Monte. ¡Oh hermosa Primavera! ¿Por qué escondes tu canto virginal a mis sentidos? ¿dónde estás que te llamo y no respondes, no respondes jamás a mis gemidos? Yo también en los campos de mi vida siento el invierno lóbrego y sombrío. ¡Mi alma es una floresta destruida! ¡Yo también en el alma tengo frío! En poco tiempo publicó su segundo libro Nieve. Mucho más visible en sus versos la influencia francesa sobre todo de Laconte de Lisle. Para Lezama Lima, los diez sonetos que también componen este libro “es una de las mejores colecciones de sonetos que puede mostrar nuestra literatura”. Después Bustos y Rimas, del cual Julián sólo pudo revisar las primeras pruebas. Era lo más logrado de su producción. Esas rimas según Lezama encierran “sus más secretas apetencias; sus inquietudes de hombre logran predominar sobre las influencias anteriores. En el último poema “Cuerpo y alma”, aúna su perdurable devoción por Baudelaire, los tormentos a que fue sometida su existencia atenaceada por la rebelión de los sentidos y por los más castos deseos, deseando ”que la alondra no viva junto al tigre y que la rosa no viva junto al cerdo”. El primer gran golpe de su vida, la muerte de la madre a los cinco años. Después, años más tarde, su soneto “A mi madre”, un clásico de la literatura cubana. Estudia en el Colegio de Belén. Matricula Derecho y abandona la carrera. En 1885 muere el padre. Ya escribe, y algo ha publicado, es muy joven. La Habana Elegante el ilustrado Semanario le abre las puertas. Escribe artículos sobre La Sociedad de la Habana. Uno de ellos sobre el general Sabás Marín y la familia, le cuesta el puesto en la Intendencia General de Hacienda. Su situación económica se hace muy difícil. Amigos lo ayudan, lo rodean, Nicolás Azcárate, Ramón Meza, Aurelio Mitjans, Manuel de la Cruz, Enrique Hernández Miyares y otros. La salud no lo acompaña. Reservad los laureles de la fama para aquellos que fueron mis hermanos; yo, cual fruto caído de la rama, aguardo los famélicos gusanos. Se hace colaborador de diversos periódicos y revistas de la época. Tradujo poemas de Baudelaire. Deseaba tanto ir a París. Sólo un solar le queda de la herencia paterna. Lo vende y nada más puede visitar España. Allí conoce a Salvador Rueda y a Francisco A. de Icaza. Allí también recuerda sus lecturas de los clásicos españoles de su adolescencia. Ya sentía la ola Modernista que tenía sus raíces espirituales en la gran patria francesa. Para Verlaine, Casal tenia a sólo veinticinco años un talento sólido y fresco. Se adentra el cubano en la lectura de parnasianos y simbolistas. Le inspiran poemas, Gautier, Coopèe, y tantos otros, y Rimbaud, Mallarmé, Vigny y Hugo. Siente cada momento, el calor de sus amigos de la Patria y comparte en las Tertulias y allí conoce a los hermanos Uhrbach que fueron sus primeros discípulos y sufre la temprana muerte, a sólo diecinueve años, de Juana Borrero, con la que había establecido una bella relación, inmortalizada en la virgen triste de sus versos. Como expresó el inolvidable Cintio Vitier, la casa de Borrero en Puentes Grandes, llegó a ser el centro del modernismo naciente en Cuba hasta la muerte de Casal. También El Fígaro recibe sus colaboraciones, y Casal, conoce a Darío y entre los dos grandes creadores nace fiel amistad que se traduce en intercambio de poemas y cartas. Para Julián, era tesoro aquel poema El Clavicordio de la Abuela que Darío le dedica, cuando el cubano le entrega sus hermosas Páginas de la Vida. Yo soy como esas plantas que ignota mano siembra un día en el surco por donde marcha, ya para que la que la anime luz de verano, ya para que la hiele frío de escarcha. Llevado por el soplo del torbellino, que cada día a extraño suelo me arroja, entre las rudas zarzas de mi camino, si no dejo un capullo, dejo una hoja. En 1892, el general Antonio Maceo, le dedicó un retrato escrito con su puño y letra y el poeta le escribe un soneto al héroe de nuestras luchas libertarias. ¡Cuántos hermosos recuerdos debió haber guardado de Casal su hermana doña Carmela viuda de Peláez, madre de la entrañable pintora cubana Amelia Peláez! El 21 de octubre de 1893, muere Julián del Casal en casa de su amigo el doctor Lucas de los Santos Lamadrid. De sobremesa, la rotura de un aneurisma. No faltó ni uno sólo de sus amigos al sepelio. Mas si queréis guardar mis pobres restos, grabad sobre mi tumba estas palabras: ¡Amó sólo en el mundo la Belleza! ¡Que encuentre ahora la Verdad su alma”! El Festival Internacional de Poesía de la Habana ya anuncia su programa para este mayo florido. Poetas de distintas partes nos visitarán. De nuestra América, se inundan nuestros espacios. Julián del Casal vuelve con sus Hojas al Viento, con su Nieve y con sus Bustos y Rimas, vuelve el trovador de las rarezas y de las amarguras humanas, de cuerpo endeble pero de fino espíritu y alma de palmera grande y solitaria, y hallará en el Arte “sonando y volando las dichas ignoradas”, el suspiro inenarrable de su reveladora poética, que florecerá una vez más, en todas las regiones donde es más hermosa la luna y vuelan, como él diría, los alciones sobre el mar. Referencias Juanita Conejero - www.cubarte.cult.cu/periodico/print/articulo/14910.htmll Damisela - www.damisela.com/literatura/pais/cuba/autores/delcasal/index.htm Por: Mirta Aguirre «Angustia y evasión de Julián del Casal» tituló hace años José Antonio Portuondo a un breve análisis del poeta. Poetas devotos de Casal, lastimados por ello, han dicho que era «muy cómodo hablar de evasión, de escapismo y otros términos análogos que puso de moda la crítica marxista». En realidad, no es cómodo evadirse, cuando de veras induce a ello, como sucedía con el autor de Nieve, una gran amargura vital; cuando de veras se tiene, como poseyó Julián del Casal, una gran honradez artística y humana. Tampoco es cómodo, frente a una personalidad bondadosa y tan límpida como la de Casal, frente a un artista de tanta significación como la suya en nuestra poesía, verse en la obligación de señalar debilidades y deficiencias. Pero lo cierto es que Casal se evadía, lo cierto es que se escapaba de mirar la realidad frente a frente. Y lo cierto es que, aunque incómodo, eso tiene que decirse. Puede comprenderse, puede explicarse; pero no debe callarse. Y mucho menos aplaudirse, Casal —o Baudelaire— y la burguesía eran incompatibles. Casal y el régimencolonial lo eran también. Eso hay que anotárselo. Pero generalizada la actitud a lo Julián del Casal, ¿habría tenido lugar el Noventa y Cinco? El poeta murió en 1893. De haber vivido, no habría sido imposible que, baudelerinamente,[sic] tomara el camino insurrecto. Pero, al desaparecer antes, quedaron en pie las japonerías, los ojos que para celebrar el Almendares pensaban en el Rhin, el admirador de los tintes y postizos, el hombre que sólo sentía ansias de aniquilarse, el poeta de «Nihilismo» y «Recuerdo de la infancia», cuya idea de la poesía puede encontrarse en párrafos como el escrito con motivo de Fornaris: El poeta moderno no es un patriota, como Quintana o Mickiewicz, que sólo lamenta los males de la patria y encamina los pueblos a las revoluciones; ni un soñador como Lamartine perdido en el azul; ni un didáctico como Virgilio o Delille, que pone su talento poético al servicio de las artes inferiores; ni un moralista como Milanés entre nosotros, que trata de refrenar en verso los vicios sociales; sino un neurótico sublime, como Baudelaire o Swinburne [...] [...] Alucinado, neurótico, desesperado, blasfemo, nihilista, era a su vez Julián del Casal. «Juzgándote vencido por nada luchas», escribió él de sí mismo en alguna ocasión. No obstante, escribió también el soneto famoso a Maceo. Y escribió «La perla», contra la anexión de Cuba a los Estados Unidos; y escribió el soneto a los estudiantes fusilados en 1871 y dejó en sus prosas muy agudas denuncias de nuestra existencia bajo el yugo español y sátiras que lo hicieron temible para la aristocracia colonial. Era un poeta cautivado por cuanto centelleara y pudiera deshacerse en chispas, quizás porque la luz es lo más transparente, lo más impalpable que percibimos y él era un atormentado por el peso de su cuerpo y un sediento de la pureza. Era un enfermo y poseía sensibilidad de enfermo. [...] Su sensibilidad y el modo de ver la vida que ella contribuía forjarle, nos son ajenas y distantes. No podemos compartirlas, pero, en sus circunstancias, podemos comprenderlas. Y eso es lo que podemos ofrecer hoy nosotros a Julián del Casal, a quien todo le fuera negado ayer, por haber ganado para Cuba, en las letras de su tiempo, un honroso lugar. Referencias http://www.habanaelegante.com/ Spring_Summer_2012/Hojas_Aguirre.html

Manuel Gutiérrez Nájera

Manuel Gutiérrez Nájera (22 de diciembre de 1859 - 3 de febrero de 1895) fue un escritor, poeta y periodista mexicano, nació y vivió en la Ciudad de México como observador cronista. Utilizó múltiples seudónimos, no obstante, entre sus contertulios y el público, el que más arraigado quedó fue: El Duque Job. Precursor del modernismo en México. Perteneció a una familia de clase media. Escritor y periodista toda su vida. Inició su carrera a los trece años. Escribió poesía, impresiones de teatro, crítica literaria y social, notas de viajes y relatos breves para niños. El único libro que vio publicado el duque en vida, fue una antología de cuentos a la que llamó: Cuentos Frágiles (1883); fue uno de los fundadores de la Revista Azul, órgano de difusión del modernismo en México. Gran parte de su obra apareció en diversos periódicos mexicanos bajo multitud de seudónimos: El Cura de Jalatlaco, El Duque Job, Puck, Junius, Recamier, Mr. Can-Can, Nemo, Omega, etc. Se escudaba en esa diversidad para publicar distintas versiones de un mismo trabajo, cambiando la firma y jugando a adaptar el estilo del texto a cada seudónimo. Escribió poesía romántica y amorosa. Gustó de lo afrancesado y de lo clásico, como era habitual en los intelectuales mexicanos y la alta sociedad de su tiempo. Nunca salió de México, y en pocas ocasiones de su ciudad natal, pero sus influencias son europeas: Musset, Gautier, Baudelaire, Flaubert, Leopardi.1 Siempre anheló unir el espíritu francés y las formas españolas. Su madre, ferviente católica empeñada en que su hijo fuera sacerdote, le impuso la lectura de los místicos españoles del Siglo de Oro y la formación en el seminario, influencia que se vio compensada por la fuerte corriente positivista de la sociedad de la época que pugnaba en sentido contrario. Gutiérrez Nájera abandonó el seminario a los pocos años, y cambió a San Juan de la Cruz, Santa Teresa y Fray Luis de León, que no obstante siempre influirían en su obra, por los autores franceses del siglo y por la práctica cotidiana de la literatura en periódicos locales como El Federalista, La Libertad, El Cronista Mexicano o El Universal. En 1894 fundó, con Carlos Díaz Dufoo, La Revista Azul, publicación que lideró el modernismo mexicano durante dos años. A Manuel Gutiérrez Nájera se le define como «especie de sonrisa del alma» por la gracia sutil de su estilo, elegante, delicado y con ternura de sentimientos. En el fondo fue siempre poeta romántico. Entre sus obras poéticas más importantes se encuentran: La Duquesa Job, Hamlet a Ofelia, Odas Breves, La Serenata de Schubert y el afamado poema «Non omnis moriar» (No moriré del todo). Cultivó la prosa en cuentos, a los que aportó una nueva forma, y en crónicas: el libro de relatos Cuentos Frágiles fue el único que publicó en vida como tal, pero ordenó con distintos criterios sus entregas a periódicos y revistas: Cuentos del domingo, Cuentos vistos, Cuentos color de humo, Crónicas color de oro, Crónicas color de lluvia, etc. lo que ha orientado los criterios de sus editores. Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Gutiérrez_Nájera

Gertrude Stein

Gertrude Stein was born in Allegheny, Pennsylvania, on February 3, 1874, to wealthy German-Jewish immigrants. At the age of three, her family moved first to Vienna and then to Paris. They returned to America in 1878 and settled in Oakland, California. Her mother, Amelia, died of cancer in 1888 and her father, Daniel, died 1891. Stein attended Radcliffe College from 1893 to 1897, where she specialized in Psychology under noted psychologist William James. After leaving Radcliffe, she enrolled at the Johns Hopkins University, where she studied medicine for four years, leaving in 1901. Stein did not receive a formal degree from either institution. In 1903, Stein moved to Paris with Alice B. Toklas, a younger friend from San Francisco who would remain her partner and secretary throughout her life. The couple did not return to the United States for over thirty years. Together with Toklas and her brother Leo, an art critic and painter, Stein took an apartment on the Left Bank. Their home, 27 rue de Fleurus, soon became gathering spot for many young artists and writers including Henri Matisse, Ezra Pound, Pablo Picasso, Max Jacob, and Guillaume Apollinaire. She was a passionate advocate for the "new" in art, her literary friendships grew to include writers as diverse as William Carlos Williams, Djuana Barnes, F. Scott Fitzgerald, James Joyce, and Ernest Hemingway. It was to Hemingway that Stein coined the phrase "the lost generation" to describe the expatriate writers living abroad between the wars. By 1913, Stein's support of cubist painters and her increasingly avant-garde writing caused a split with her brother Leo, who moved to Florence. Her first book, Three Lives, was published in 1909. She followed it with Tender Buttons in 1914. Tender Buttons clearly showed the profound effect modern painting had on her writing. In these small prose poems, images and phrases come together in often surprising ways—similar in manner to cubist painting. Her writing, characterized by its use of words for their associations and sounds rather than their meanings, received considerable interest from other artists and writers, but did not find a wide audience. Sherwood Anderson in the introduction to Geography and Plays (1922) wrote that her writing "consists in a rebuilding, and entire new recasting of life, in the city of words." Among Stein's most influential works are The Making of Americans (1925); How to Write (1931); The Autobiography of Alice B. Toklas (1933), which was a best-seller; and Stanzas in Meditation and Other Poems [1929-1933] (1956). In 1934, the biographer T. S. Matthews described her as a "solid elderly woman, dressed in no-nonsense rough-spun clothes," with "deep black eyes that make her grave face and its archaic smile come alive." Stein died at the American Hospital at Neuilly on July 27, 1946, of inoperable cancer.

Demetrio korsi

Demetrio Korsi (Ciudad de Panamá, 13 de enero de 1899 – ibíd., 30 de octubre de 1957) fue un poeta panameño, representante del paso de la literatura modernista a la literatura vanguardista en la primera mitad del siglo XX. Sus obras están enfocadas en la realidad nacional y en los hechos históricos, con un toque de humor. Abordó temas como el folklore, los aportes culturales afroindígenas y la cuestión del Canal de Panamá. De padre griego y madre panameña, inició estudios de medicina y de abogacía que no llegó a terminar. En 1916 algunos de sus poemas fueron incluidos por Octavio Méndez Pereira en la antología Parnaso Panameño, con lo cual tomó impulso su vocación poética. Residió varios años en París y en Nueva York. Se desempeñó como cónsul en San Francisco (California) y en Kingston (Jamaica) y en El Havre, Burdeos y Marsella. En 1926 se casó en El Havre con la francesa Angela Julian, con quien tuvo una hija. Divorciado, se casó en Panamá en 1948 con Eloisa Sandoval, con quien tuvo tres hijos. Falleció el 30 de octubre de 1957 en la ciudad de Panamá, mientras trabajaba en uno de sus poemas. Obras * Los Poemas Extraños (l920) * Los pájaros de la montaña (1924) * Bajo el sol de California (1924) * El viento de la montaña (1926) * El Palacio del Sol (l927) * Block (1934) * Cumbia! (1935) * El grillo que cantó sobre el canal (1937) * Cumbia y otros poemas panameñistas (1941) * El grillo que cantó bajo las hélices (1942) * Yo cantaba a la falda del Ancón (1943) * Pequeña Antología (1947) * Canciones efímeras (1950) * Nocturno en gris (1952) * Los gringos llegan y la cumbia se va... (1953) * El tiempo se perdía y todo era lo mismo (1955) Referencias Wikipedia - http://es.wikipedia.org/wiki/Demetrio_Korsi




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