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A MI PADRE...

Mi gran hombre

Un Hombre con “H” mayúscula, no por un romanticismo de heroísmo al recordarle, sino por su accionar. De mi papá entendí la política, no como teoría, no como un enjambre de ideas, sino como una forma de “hacer”.

De mi padre entendí la filosofía como una manera de vivir, porque tanto a mi hermano como a mí, o quienes se topase en su camino, aprendíamos de él una filosofía de la ética-moral que no era movida por soborno celestial sino por un ideal de “deber ser” con la vida que se nos otorgaba.

A mi padre le debo la persistencia, no como una romántica idea meritocrática de explotación que hoy nos enseñan, sino como una paciencia de alcanzar lo que se quiere, dejando que la vida  decida el momento pertinente de recompensar los pasos dados con anterioridad.

A mi padre le oí decir: “La piedra que está para usted, ni capiándosela”. Cada que un recuerdo, consejo o enseñanza venía a su mente crítica, el requisito fue siempre nombrar a su padre, Manuel Montero Alvarado, un hombre alto en gentiliza que acompañaba a una mujer; Trinidad Rodríguez Saborío pequeña en altura, pero grande en sensibilidad, con ella también comprendí que los raises de una familia numerosa se tejían con sangre indígena, lucha y resistencia por un amor a la vida y la naturaleza que ancestralmente nos comprometía.

Con mi padre aprendí a contar, no solo con él, sino números, contaba historias, contaba sentimientos, memorias, y una necesaria y siempre reflexiva lección de vida. Aprendí a aprender cada minuto de mi vida, con cada paso que dábamos. Me mostró la teología sin necesidad de mercantilizar un nombre, dejó siempre la decisión religiosa a conciencia porque para mi padre, Dios como le llama el cristianismo, no hace a los seres humanos y mucho menos sus acciones, cada ser humano hace de su modo de actuar una forma de moral y ética para poder seguir.

De mi padre aprendí a debatir, con él en mi inconsciente tomé la decisión de seguir adelante
con mis sueños y estudiar lo que siempre esperé ejercer. A mi padre le agradezco entender las
relaciones porque cada una de las cuales él formaba parte, hacía política con su manera de sentir, pensar y después actuar en beneficio común.

A mi padre junto a mi madre les debo la vida, que nunca se las podré pagar, pero tampoco les importaba que lo hiciera, sabía muy bien lo que construía, tanto con sus manos, con la madera, con el cemento, con cualesquiera materiales que se le diera. Pero en especial con la familia que le tocó edificar.

¡Muchas gracias papá!

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