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Nunca fuimos.

A veces pienso en ti.
Y en mí.
No sé, en el nosotros que nunca fuimos.
 
En cómo era todo
cuando la ceniza
aún no se había convertido en humo.
 
A veces pienso
que fuimos ese tipo de personas
que se quieren mucho,
pero solo en un corto
periodo de tiempo.
 
Y te dejé ir. Me dejaste ir.
Te dejaste ir sin ver esa mano
que te coge del antebrazo
para que jamás te sueltes.
 
No te voy a mentir:
algunos domingos por la noche
me culpo de ello. Te di demasíado.
 
Y a veces te imagino.
En otros cuerpos,
vibrando con otros labios,
sonriéndole a otros ojos que espero lo encuentres y seas feliz.
 
Y cuando cae la noche,
O al día siguiente,
al despertar,
todo cambia.
 
Me armo de valor y,
aunque aquí no hay culpables,
me grito al oído
que no te puedo pedir que me entiendas
cuando ni yo me entiendo.
 
Solo termino, duro lo que debía durar.
Termino. Punto final.

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