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De carne y hueso

Uno no puede retomar fácilmente,
así como así a partir de donde empezó.
Al menos en este plano
no funcionan así las cosas.
La vida y la muerte andan,
parranderas, a cualquier hora,
cualquier día de la semana,
vestidos como se les da la gana.
Y ya, ¿Qué mas podría pedir uno,
siendo como es, de carne y hueso?
Pedir, a quien sea que se le ocurra
a uno pedir solamente sirve para
acumular acreedores de un lado
a otro,
de abajo hacia afuera y desde
la cúpula sangrada, eterna,
hasta el mas apestoso lodo humano.
 
“Una mano lava a la otra”
sin considerar que quizás ésta
quería amanecer envuelta en un aroma
a sexo, a fermentación, a humedad y verdín,
y a inmoralidad que ya no hacía tanta falta.
 
Te ves al espejo, como de costumbre,
pero no sos vos viéndote al espejo,
no es como de costumbre y,
definitivamente, no es un espejo
sino una ventana al pasado.
Cuando te miras al espejo no sos observación,
no sos el objeto observado. Sino una
recopilación de autocriticas, defectos,
sinsabores, desilusiones, vergüenza y auto–
compasión. Entonces uno no ve, ni directa
ni indirectamente a este hombre que tiene
la barba un poco desprolija, sino que ve
al que se manda siempre las mismas cagadas,
al que se masturba pensando en lo que no
debería pensar para darse placer, en ese y
tantos otros actos de egoísmo que uno porta;
Uno ve al pasado cuando ve su imagen en algún
lado y mientras uno siga viéndose de esta
manera jamás podrá llegar a comprender que
hay un ahora (el que esta viendo esos reflejos)
y que hay un mañana, y que hay un ser que
busca, desde hace mucho tiempo, los poemas
de su alma.

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