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APOLOGÍAS EN UN CÚMULO DE PÉTALOS, CAMINATA HACIA METRO CANDELARIA Y ANIVERSARIO DE SAMUEL NOYOLA

Para Arturo Montes

Los perros me ladran moribundos
son ceniza atizada por la serpiente de mi sombra;
laberinto con banquetas,
el vapor de fuego manante de mi boca
y ojos atrapados en estanques de sol:
                                                       retrovisores
abstracciones en el viento: imágenes,
el perfume de las putas en esquinas
franeleros, vagabundos y vagabundos con franela
en el jardín de un par de sueños;
estrépito de cisnes en el eco de los pasos,
la estampida agonizante de ácidas hormigas
atrapadas en burbujas: rincón de los desiertos,
        aves muertas
                     gatas muertas
                               ganas muertas,
cadáveres de flor plastificados, ahogados
                                                 (en la pulcritud de los cansancios)
y sombras en el espejo de la muerte
cigarrillos a medio fumar en rueda
de la alcantarilla, cromos en los dientes
del Pacífico en un charco de agua pestilente,
—planicies submarinas de lagos secos—
                                               (la Ciudad)
mercaderes, regateros, ladrones y asesinos,
todos juntos en los pétalos de la muchedumbre;
solitudes y cucarachas resbalándose
entre las chácharas de un día nublado,
ebrios tumbados, decorados por el vómito,
gargajos de taxistas en el piso;
cristalizaciones de semen y orina
en la cúspide de un pórtico olvidado,
secreciones y secretos adormecidos
por el unísono de un cláxon
que esperan la luz de un muro,
un grafiti en el espacio en blanco
o la abreviatura de los llantos:
                                               una Salida
                     una Lágrima
al rojo del semáforo hecho sien,
inflamaciones en la calavera de la calle
o en la rotura de una espina amarga
como de nopal, como de semilla
de un pezón-nube la estridencia significativa:
                                  Valemadrismo
en la porquería, aire podrido en la ventana
de un tubo oxidado, como de baño público
en la silueta del culo sintético de las morritas trans;
destellos y tropiezos son el tope del torpe,
                                             la gorda
                                     la fea,
                             el viejo y el perdido
en la oscilación de un mar grisáceo;
rostros transparentes atrapados en botellas
incrustadas al temor y brillos de locura,
son enfermedades y mentiras en el pasillo:
                                      Colapsos
en la geometría del pavimento roto
sin marcas ni señales, son acomodos
como de Tetris, cubos arropados en calor
y pegados por el fuego de la carne y el sudor
pétalos, pétalos de sangre que fue flor...
 
Ahogadas en cubetas de agua las abejas
aleteando por una bocanada de aire
—trueque—
y en el puesto de enfrente, un tamal abierto
extirpe de aceituna en el costado de un plato:
                                        Instinto,
las frutas y las moscas que merodean la mierda;
utopías escondidas en la piel de un vegetal,
escenarios eléctricos de Mi Alegría por toda la calle;
puñales y cuchillos en los bolsillos
rancios, insípidos del ñero como salidos del Azteca
con un bolso y dentro un lipstick y seiscientos pesos
entre el viento dorado que sopla una cumbia
y la bocina retumbante del interior fatídico
de un pecero a Santa Anita.
 
                         Mi caminata,
el crucifijo varado en la puerta de mi sueño;
un fulgor iridiscente en el vuelo del ave
estacionada en la entraña de la tierra.
Preferido o celebrado por...
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