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Hacemos lo que queremos porque nos vamos a morir.

No te desanimes.
Ahora tiemblas, pero tal vez
mañana todo empiece de nuevo.
Roberto Bolaño

Allá, el camino de puertas:
los horizontes baldíos,
la vendimia de pieles, rostros,
sonrisas invisibles a mitad
de precio, los cigarros
sueltos a 10 varos—desiertos
limpios de cualquier polvo,
caricias, nubes blanquísimas,
exceso de ternura—las pistolas
que matan con el estallido
de 1 mariposa son gratuitas;
la flor eriza, la piedra lisa,
el rincón perverso
detrás del pecado
exorcizado de 1 Rey
que olvidó su propia sombra,
es 1 moneda:
lo compro todo
con hojas intactas
de corazones que aún no saben del
llanto, del placer instantáneo
al besar una entrepierna o de chutarse
1 poema de memoria—
lo gasto todo,
miro lo que está detrás de esa ventana,
la sombra geométrica de los árboles
me seducen: descubro,
que el amor es 1 golpe
con 1 beso tierno en la frente al mismo tiempo.
 
Miro fijo la costilla ensangrentada de
1 cristo enorme saboreándose
la miel escurridiza de 1 monja:
el deseo—
la serenísima hora de templarse
las mañanas
con 1 soplo helado de 1/2
sorbo eléctrico apenas me despierto/
aliento de cantinas,
las espaldas que fabrican
el festín erótico de 1 perla
con el chorro turbio del espejo,
el descubrimiento de 1 rostro ajeno
con la espuma nocturna,
la caricia dental de mi cepillo/
la ceja rota en los reflejos
para observar los patios,
las ventanas, las putas de Tlalpan
a 1/2 día con el sol terco en las
esquinas—
comprar, quemar, dividir, sobrar observar dentro y profundo de siluetas,
patios encerrados por los cuencos de
1 silencio edificado, oír a lo lejos
1 lenguaje que no entiendo/
1 pequeño son se atora en cada
1 de mis sueños y ahora
veo en cada trazo de bolígrafo,
en cada hora acostumbrada
a ir bajo la mano,
100 historias de abrazos
a distancias telescópicas
en el vagón último del metro—
oigo los ronquidos que imaginan
los sueños de 1 dios Indio:
el paso insospechado
de las plantas/azota el «gong»
del silencio,
pero me suelto en el llanto
de 1 solo de mis ríos;
desemboco en el Ágata
más dulce a velocidad de colibríes/
como aleteo de pajarito
colorido / encendido
por el fuego que se extingue
ahora mismo,
escribo 1 señal de humo
a puro pestañeo
y me dejo morir
en la pasajera imagen
de 1 bacanal ranchero—
la picadura nostálgica
de 1 paseo llano
de carreteras ya olvidadas
por estrellas que caminan,
lanzan/ vuelan por océanos
como 1 sirenita buscando
verme llorar
detrás de esas puertas
varadas donde sea
cuando pido 1 saludo
angelical con la palabra anochecida;
y aunque sé cómo acaba
esto, no me detengo.

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