El Dilema de la Luz y la Sombra
En el mundo de las voces que habitan el alma,
hay dos caminos: la luz y la sombra que calla.
La Verdad es el sol que quema con su brillo,
la Mentira, la niebla que oculta su castigo.
La Verdad no se cansa, camina con valor,
no teme a las grietas ni al peso del dolor.
Aunque rompa espejos con su voz de cristal,
al final, con sus alas, construye libertad.
La Mentira es dulzura que envenena el café,
un susurro seductor que se esconde en el té.
Teje redes de seda, promete un mundo ideal,
pero al marchitarse, solo deja un vacío mortal.
¿Ves esa sonrisa que oculta un temblor?
Es la Mentira disfrazada de amor.
Ofrece atajos, caminos sin espinas,
pero al llegar al final, solo hallas ruinas.
La Verdad, aunque duela, es semilla en la tierra:
al regarla con tiempo, sus frutos nos aferran.
Es el mapa honesto que nos salva del mar,
aunque sus olas golpeen, nos enseña a nadar.
La Mentira es castillo de naipes en el viento,
se derrumba en segundos con el primer lamento.
Sus colores se apagan, su esplendor es fugaz,
y en su huida, solo deja cicatriz y solaz.
Siembras Mentira y cosecharás tempestades,
raíces de espinos que estrangulan verdades.
Pero si abrazas la Verdad, aunque cueste la piel,
hallarás un roble que enfrenta al dudiel.
Ambas son hermanas en el mismo sendero:
una es invierno crudo, la otra, un abril certero.
La elección es tuya, cada día al despertar:
¿Prefieres florecer o en la niebla vagar?
Que nadie te diga que es fácil la entrega:
la Verdad pide temple, la Mentira, entreceja.
Pero al final de la noche, cuando el miedo se aleja,
solo la Luz perdura... y la Sombra se queja.
Así termina el verso, con un consejo claro:
viste tu vida de estrellas, no de mitos amargos.
Porque en el pecho humano, aunque el mundo se incendie,
solo la Verdad sana... y la Mentira miente.
—Luis Barreda/LAB