Lágrimas del Alma
Lágrimas del Alma
En la noche callada que envuelve el dolor,
hay un peso que agobia, que nace en el corazón.
No es lluvia que cae ni un grito en la oscuridad,
solo nieve que cubre la piel de la soledad.
Es una sombra que avanza sin hacer ningún ruido,
una herida que existe, pero no ha sangrado.
Como un libro cerrado que nadie ha podido leer,
guarda historias de angustia que el tiempo no ve.
No hay lágrimas que escapen ni suspiros al aire,
solo un frío que muerde, un vacío al marcharse.
Son palabras sin voz, secretos que se ahogan,
como un río detenido que no encuentra su ola.
Las cicatrices no duermen, aunque el mundo no las note,
son espinas escondidas bajo un manto de flores.
No hay espejo que muestre la grieta en el alma,
ni reloj que repare la quietud de la calma.
Es un fuego sin humo, una huella sin suelo,
un silencio que grita desde el fondo del pecho.
Como el eco perdido de un sueño sin dueño,
se acumula en el alma como polvo en el tiempo.
¿Quién entendería la tormenta sin viento?
¿Quién vería el naufragio sin barco ni puerto?
Son heridas sin nombre, caminos sin meta,
un dolor que se esconde tras una sonrisa quieta.
Las lágrimas no mojan si el alma está seca,
y el llanto más profundo es el que no se cuenta.
En el jardín del pecho, la nieve no se derrite;
es la tristeza eterna que nadie imagina.
Así vive en silencio quien carga su historia,
mientras el mundo aplaude su falsa victoria.
Porque el dolor más hondo no sabe de palabras:
es la nieve que cae... y nunca se deshace.
—Luis Barreda/LAB
